Normalmente, mis sueños se cortaban abruptamente debido al bip del buscador personal o porque una enfermera me sacudía para avisarme que había una emergencia. Pero no esa mañana. Esa mañana sucedió algo magnífico: el sopor del sueño fue haciéndose más y más ligero, hasta desvanecerse y de pronto me encontré a mí misma despierta, aún con los ojos cerrados y sintiendo una inmensa paz interior.
Sin embargo, no era eso lo más magnífico del asunto. Porque cuando mis párpados se levantaron suavemente, dejando que la claridad de la mañana empapara mi vista, lo primero que encontraron mis ojos fue a Tim durmiendo pacíficamente a mi lado.
Las mantas lo cubrían apenas hasta la cintura, uno de sus brazos estaba escondido bajo la almohada y el otro se doblaba en un ángulo cerca de su cabeza, justo junto a mí. El cabello oscuro caía desprolijamente en varias direcciones sobre su rostro y las espesas pestañas negras formaban un arco sobre sus ojos cerrados. Si ése no era el hombre más increíblemente sexy que había visto en mi vida, podía caer muerta en ese preciso instante.
Y, aún así, aunque fuera lo más maravilloso que me había pasado en todas mis mañanas, seguía sintiendo que las cosas no iban bien. Yo no estaba bien, podía sentirlo muy profundamente.
Estaba enamorada de él y tenía ya la certeza que con la intensidad de lo vivido en tan corto tiempo, ya no había marcha atrás. Tenía seguramente dos opciones: O bien él me correspondía y terminábamos siendo infinitamente felices o acababa sola, de regreso en casa, amargada hasta que el paso de los años iban cicatrizando las heridas. Me imaginaba a mí misma con cabello gris contándole a desconocidos cómo nunca había logrado formar una familia por estar estancada en un amorío que había mantenido con un inglés en un pueblito de Francia mucho tiempo antes, durante un período de tiempo más que breve.
Fruncí el ceño, disgustada por la imagen. No quería ser una anciana estancada en el pasado. Pero le veía pocas probabilidades a la opción número uno, así que sería mejor que encontrara una tercera y pronto.
Escuché que Cherry ladraba en alguna parte lejana de la casa y me di cuenta que el final feliz quedaba totalmente descartado. No podía imaginar a Tim viviendo con nosotras dos. Éramos demasiado caóticas para él. Cherry era muy temperamental y metiche y yo trabajaba demasiado y dejaba cosas tiradas por todas partes. Llevaba más de un año viviendo en el mismo apartamento y aún tenía cosas empaquetadas en cajas. Y, además, él también trabajaba mucho y jamás nos veríamos…
Me pregunté si me había vuelto loca. ¿Por qué trataba de solucionar algo que en realidad jamás existiría? Tim estaba focalizado por completo en el dolor que le causara su esposa y le llevaría mucho tiempo reponerse. Si es que alguna vez lo hacía. Si es que no era tan terco como para oponerse.
¿Debía decirle lo que sentía? ¿Lo haría cambiar de parecer en lo más mínimo? Quizás empezaríamos una especie de rara relación informal. Él quería sexo para pasar sus días y yo quería amor para pasar los míos. Tal vez, tarde o temprano, su deseo terminara convirtiéndose también en amor…
¡Por Dios, todo eso sonaba de lo más ridículo! Seguramente necesitaba dormir un poco más, era evidente que a mi cabeza le faltaba descanso.
Estiré una mano y le corrí un poco de pelo de la frente. Maldición. Iba a ser una vieja loca que viviría en el pasado.
La tercera opción debía ser alejarme. Alejarme lo más rápido posible de él, salir de esa cama en ese mismísimo momento, tomar mis cosas y regresar a casa antes de que fuera tarde. Con suerte, todavía tenía tiempo antes de que el amor se arraigara con tal fuerza en mi corazón que no pudiera ser erradicado ni con una cirugía. Tenía que salir corriendo de allí y encontrar a un hombre más real. Tim, que parecía salido del más perfecto de mis sueños, era demasiado imposible para ser bueno.
- Me haces cosquillas…- Murmuró somnoliento y sin abrir siquiera los ojos. Eso me hizo dar cuenta de que estaba acariciándole el cabello inconscientemente, con toda la delicadeza del mundo.
Aparté la mano.
- Lo siento.- Dije enseguida. Si iba a alejarme, tenía que ser en ese instante antes de que…
Sus fabulosos ojos azules se abrieron lentamente y se posaron en los míos, con un brillo de lo más hermoso.
Maldita sea.
- No dije que no me gustara.- Repuso en voz baja.- Buenos días.
Sonreí débilmente.
- Buenos días.
Se movió para inclinarse hacia mí y posó sus labios en los míos apenas unos segundos. Pero eso bastó para dejarme quieta y sin aliento.
- Siento como si hubiese dormido un día entero.- Masculló, desperezándose y respirando hondo.- Hacía mucho que no me sentía tan bien.
Una sensación cálida me recorrió por completo. ¿Eso quería decir que yo lograba proporcionarle bienestar? Me sentía como una adolescente insegura con ese tipo. ¿Qué diablos sucedía conmigo?
- Lamento haberte despertado, entonces.- Puse una de mis manos en la base de su cuello. Por más tonta que fuera, no podía soltarlo. Aunque estuviera convencida de que debía llevar a cabo la opción tres.
- Es la forma perfecta de empezar el día…- Respondió, haciéndome estremecer.
Quizás durante la noche había sucedido alguno de esos rarísimos e inéditos milagros hollywoodenses que terminan invirtiendo el final. Quizás la opción uno podía funcionar, después de todo.
Una burbujeante alegría hizo renacer la esperanza en mí. Tal vez desear algo lo suficiente sí lo hacía realidad.
Antes de darme cuenta de lo que pasaba, Tim y yo nos encontrábamos haciendo nuevamente el amor. Tenía razón, era la forma perfecta de empezar el día.
Luego, me fui directo a la ducha y él buscó algo de ropa para ponerse y poder bajar a preparar el desayuno, si es que Madeleine le permitía hacer uso de su cocina.
El optimismo brotaba de cada uno de mis poros. Ya casi me veía a mí misma deshaciéndome de mis cajas en mi apartamento para hacer espacio para las pertenencias de Tim. Nos imaginaba alternando entre vivir en Nueva York y en Inglaterra y me imaginaba vívidamente los reencuentros después de que él regresara de cada viaje. Lo imaginaba yéndome a buscar al hospital después de mis guardias y llevándome a casa para que descansara, recostándose en la cama a mi lado hasta que me quedaba dormida. Imaginaba que el amor que yo sentía por él, crecía a toda velocidad dentro de Tim también.
Aquello sólo era un comienzo. Estaba segura de que Tim iba a llenar todos los capítulos de la historia que se proyectaba en mi cabeza, hasta el final. Y era, decididamente, un final feliz.
Aún bostezando, Tim llegó al piso inferior, oyendo sobre su cabeza el sonido de la ducha que se abría. Cherry le salió al encuentro, moviéndole la cola como si no le guardara ningún rencor por lo sucedido el día anterior. En la boca llevaba una tostada algo masticada pero aún entera.
Entrando en la cocina, se encontró con Madeleine, que vestía una larga y bonita bata de flores rojas sobre un fondo azul. Debía ser bastante temprano para pillarla aún sin vestir.
- Buenos días.- Saludo ella y Tim quiso responder pero un bostezo se lo impidió.- ¿No durmió bien?
- Maravillosamente, pero no logro despertarme del todo.- Hizo ademán de poner agua a calentar para preparar algo de té, pero Madeleine le ganó de mano.
- ¿Quiere una taza de té?- Preguntó, buscando la taza en la alacena.
- Sí, por favor.- Contestó, buscando algo en qué ocuparse.- Y estoy seguro de que Mae tomará café cuando salga de la ducha.
- Esa chica necesita comer mejor.- Dijo, marcando las erres y frunciendo un poco los labios.- Mucho café, nada de croissants.
- Creo que hoy aceptaremos gustosos sus croissants, Madeleine.- Tim le dedicó una sonrisa y sacó las cucharas del cajón de los cubiertos que estaba frente a él.
- ¿Por qué no va a tomar asiento, monsieur? Yo prepararé el desayuno.- Le hizo señas de que se evaporara y Tim, viendo que no le quedaba más remedio, caminó hacia la sala y se dejó caer en el sillón, con Cherry a sus pies y observando el paisaje del otro lado del ventanal. El cielo seguía grisáceo pero parecía hacer fuerzas por aclararse, como si el sol estuviera escondido detrás de las nubes, empujándolas.
Jayne asaltó sus pensamientos enseguida. ¿A dónde la habría llevado ese idiota que era ahora su nuevo marido? La recordó con el vestido blanco el día que se casaran y se preguntó si la noche anterior habría estado tan bonita como entonces. Había sonreído como si fuera la mujer más feliz del mundo y Tim se había sentido dichoso por ello. Se prometió que siempre le daría lo que ella necesitara, lo que ella quisiera, con tal de que esa sonrisa no se borrara…
¿Por qué mierda había tenido que fallar? Deseó volver el tiempo atrás y saber qué había hecho mal para repararlo y evitar que se casara con ese tipo… pero no podía. Ella estaba ahora en brazos de otro y él… él estaba en Francia, con Mae, una total desconocida que había aliviado su dolor de a ratos.
Sentía cómo el malhumor iba creciendo dentro suyo, mientras se reprochaba todo lo que debía haber hecho pero no hizo. Enfadado consigo mismo, demoró unos segundos en darse cuenta que su teléfono celular sonaba sin parar en su bolsillo y se apresuró a atenderlo.
- Tim, soy yo, no me he casado, me di cuenta de lo tonta que fui… por favor, ven a casa.- Estaba absolutamente convencido de que la voz de Jayne retumbaría del otro lado. Estaba segurísimo de que, de algún modo, la había llamado con el pensamiento. Estaba segurísimo de que ella estaba pensando en él también.
- ¿Tim? ¿Cómo va todo?- Cuando fue Tom el que contestó del otro lado, Tim se sintió un poco más herido. Seguía basando su vida en fantasías estúpidas que no se cumpliría. Todo había terminado ya.
- Bien.- Contestó solamente.
- ¿Qué tal Francia? ¿En qué parte te estás quedando?- Preguntó, imprimiéndole excesivo entusiasmo a su voz.
- En La Trinité-sûr-Mer, un pueblo al sur de Bretaña.
- ¿Y qué tal está?
- Precioso.- Tim cerró los ojos y contó hasta cinco. No podía enojarse con su amigo. Tom no tenía la culpa de que estuviera mal de la cabeza, de que esposa lo hubiera abandonado y de que en el piso de arriba estuviera la mujer con la que se había acostado varias veces en menos de veinticuatro horas y que, más allá de la cama, no estaba seguro de qué decirle. ¿Qué le diría a Mae si pedía más explicaciones? Si bien ya estaba bastante grandecita para comprender lo que era una relación sin ataduras, un encuentro casual de dos personas durante un viaje, temía herir sus sentimientos. Por alguna razón, le importaba.
- Quizás vaya algún día. ¿No llevaste tu cámara? Me gustaría ver fotografías…- Tom tendía a colmarle la paciencia de vez en cuando, pero esta vez estaba haciéndolo especialmente rápido.- De todos modos, ¿tú estás bien?
- Sí, Tom, todo está bien. Estoy tratando de…- ¿Qué demonios estaba tratando de hacer allí? Evidentemente no estaba tratando de olvidar a su esposa. Ex esposa. No estaba olvidando a Jayne, si no más bien pensando en ella más de la cuenta.
Una voz de fondo pareció interrumpir y Tom se puso a escuchar, chicheando como si quisiera callarlo. Tim reconoció a Richard a la distancia.
- Escucha Tim, me alegra que estés pasándolo bien, pero me temo que tendrás que terminar tus vacaciones. Tenemos trabajo.
- ¿Trabajo? Nuestra agenda está vacía. No tenemos nada por lo menos hasta el mes entrante.- Frunciendo el ceño, trató de recordar si había algo que pasara por alto.
- Es algo nuevo, surgió el viernes y no hubo tiempo de decírtelo. Quieren que participemos en un concierto a beneficio. No nos gusta decirle que no a esas cosas, aunque esta vez pensamos que quizás sería lo mejor. Pero… ya sabes, quizás te convendría volver a casa. Estar allí solo…
- ¿Cuándo es el concierto?- Interrumpió, deseoso de dejar de oír compasión por todas partes.
- El martes, en Nottingham. El equipo dice que lo mejor sería partir el lunes en la noche…
- ¿O sea que me avisas hoy que mañana en la noche tenemos que viajar?- Preguntó incrédulo.
- Bueno, Tim… Rich te llamó el otro día y…
- Y me habló de Jayne, no de trabajo.- Cortó con brusquedad. Le pareció oír pasos cerca de donde se encontraba la escalera. Dudó, pero finalmente bajó la voz y trató de averiguar eso que tanto le revolvía el estómago.- ¿Alguno de ustedes supo algo de… de… de su boda?
A Tom pareció incomodarlo su pregunta. O quizás era que estaba demasiado preocupado por su amigo y por el hecho de que no lograba superar el abandono.
- No.- Dijo simplemente.- Anda, Tim, vuelve. Iré a buscarte al aeropuerto. De seguro hay algún vuelo que puedas tomar hoy. O mañana en la mañana, si lo prefieres…
- Bien, bien…- Accedió. Escuchó voces desde la cocina y supuso que Mae estaba saludando a Madeleine. Cherry se levantó de golpe y corrió hacia allí, así que eso confirmó sus sospechas.- Tomaré el primero vuelo de mañana.
- ¡Genial! Llámame cuando estés por despegar. Te dejaré que disfrutes de tu día. Cuídate, ¿quieres?
Logró deshacerse de Tom en menos de un minuto. Se quedó observando el teléfono, sin estar seguro qué tan bueno podía llegar a ser volver a Londres tan pronto, pero sabiendo también que no podía quedarse allí para siempre.
- ¡Ah, ahí estás!- Murmuré sonriente, entrando en la sala, justo cuando Tim se guardaba su teléfono en el bolsillo. Lo escruté unos segundos mientras me acercaba a él y me preocupó verlo tan serio.- ¿Todo está en orden?
Se limitó a asentir y de pronto tuve miedo de que acabara de recibir noticias de su esposa. Noticias poco favorables para mí.
- Sí, nada alarmante, descuida.- Farfulló entonces, suspirando y poniéndose de pie.- Sólo cosas del trabajo.
- Madeleine acaba de dejarnos el desayuno en el comedor.- Comenté, tomándolo de la mano para ir con él hacia allí.- ¿Algo que salió mal a último momento? Te ves un poco serio, a decir verdad.
- No, sólo un concierto imprevisto, tengo que volar a Londres para trabajar en ello.
Mi corazón se paralizó. No me di cuenta que me había parado en seco hasta que noté que Tim tiraba de mi mano para hacerme caminar hasta la mesa.
- ¿Volar a Londres?- Repetí.- ¿Cuándo?
- Mañana.
Tristemente, me di cuenta que tenía que volver a considerar la opción número dos al menos una última vez. El manuscrito de mi final feliz se incendió y se consumió en una llama prematura en menos de un segundo y no hubo nada que pudiera hacer para evitarlo.
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