Dilo, pensé desesperada. Aquello no podía estar pasándome. Dilo, maldita sea. Pídeme que me vaya contigo…
- ¿Mañana? Mañana es… muy pronto.- Lo observé sentarse en su sitio y revolver su té con calma. Pero yo estaba quieta a un lado, sin poder acercarme a mi silla. Necesitaba que me dijera que todo aquello no iba a terminar así como así…
- Sí, fue algo repentino.- Me miró con el ceño fruncido.- ¿No vas a sentarte?
Logré llegar a la silla y apoyarme en ella de algún modo.
- Así que te vas… mañana.- Repetí, sin darme cuenta que sonaba como una tonta.
Me observó extrañado.
- Sí.- Me sirvió un poco de café.- ¿Qué pasa, Mae?
- ¡Nada!- Exclamé demasiado pronto.- Nada, sólo me cercioraba de que… que te entendí correctamente. ¿Mañana en la noche?
- Mañana en la mañana.- Era evidente que a Tim no se le pasaba por alto el hecho de que a duras penas podía continuar una conversación. Todo lo que me importaba era que se iba. Se iba.
- Ah…- Pensé con toda la velocidad de la que fui capaz. ¿Qué podía hacer?- ¿Quieres que te acompañe al aeropuerto?- Sugerí. Quizás si iba con él y se despedía de mí allí algo fluiría en su interior y se daría cuenta que no podía irse sin…
- No, no te molestes.- Bebió un largo sorbo de té.- Prefiero no quitarte tiempo de tus vacaciones. Además, toda la idea de volar suele ponerme de muy mal humor.
Me estaba empujando hacia todos los callejones sin salida. Una por una, cerraba las puertas por las que yo deseaba escapar. Pensar en que sólo me quedaban unas veinticuatro horas con él hacía que mi corazón doliera de un modo que jamás había creído médicamente posible.
- Bien.- Forcé una sonrisa.- Entonces… más te vale aprovechar el día que te queda de descanso antes de partir.- Eso fue todo lo que se me ocurrió para no quedarme mirándolo con la mirada llena de plegarias.
- Sí, supongo que…- Y se embarcó pensativamente en una lista de cosas que quería hacer antes de irse. Aún así, perdí el hilo de inmediato. Mi cabeza parecía latir. Los pensamientos no me dejaban en paz. Los razonamientos eran aún más implacables.
¿Qué podía hacer? Era obvio que Tim no tenía intención alguna de cancelar su partida o de invitarme a ir con él. Me quedaban veinticuatro horas, sí. Pero no podía desperdiciarlas buscando la manera de que él se enamorara de mí a toda velocidad. Lo mejor sería, fuera como fuera, vivir cada segundo al máximo y luego… regresar al mundo real. Una vez que Tim partiera, no me quedaba nada por hacer en La Trinité-sûr-Mer.
-… de Londres.- Estaba diciendo y soltó un suspiro, que me permitió tratar de centrar toda mi atención en sus palabras.- Así que quiero exprimirle toda la tranquilidad posible a este lugar antes de irme.
- Podríamos ir a Vannes, si quieres. Me dijiste que es hermoso…- Mientras le decía eso y untaba una tostada generosamente con mermelada, fui consciente de que quizás él deseaba pasar ese tiempo solo. Quizás yo no estaba en sus planes del mismo modo que él estaba en los míos. Tal vez que hubiésemos hecho el amor no significaba que debíamos estar pegados como garrapatas todo el día…
- No me apetece mucho conducir.- Repuso, aceptando la tostada que le pasaba y dejando a un lado un croissant.- Ya no llueve, así que voto porque pasemos el día recostados en la playa sin hacer absolutamente nada. ¿Qué dices?
El alivio que floreció en mi pecho estuvo a punto de provocarme una carcajada. ¡Estaba incluyéndome en sus planes! Y en ese instante en que empezaba a sentirme abandonada, me pareció la cosa más gloriosa del mundo.
- Perfecto.- Sonreí muchísimo más de la cuenta, como si me estuviese proponiendo matrimonio en lugar de pasar un último día juntos para no vernos nunca más. Iba a dolerme al día siguiente, pero por unos segundos, me permití ser feliz con eso.
- ¿Qué vas a hacer tú una vez que me vaya?- Preguntó, para luego añadir, con cierta desconfianza:- ¿Vas a estar bien?
- ¡Claro que voy a estar bien!- Exclamé, quizás con excesivo entusiasmo.- No pensaba quedarme muchos días más, de todos modos. Tengo cosas que hacer en Nueva York…
La sonrisa estaba tan congelada en mi rostro que empezaban a dolerme los músculos. Para alejarme de la zona peligrosa de la conversación, empecé a hablarle de las innumerables cosas que tenía pendientes a muchos kilómetros de allí, en la ciudad que siempre había considerado mi hogar y que ahora me parecía lejana y extraña. No era exactamente consciente de lo que le decía, pero al menos estaba parloteando y no llorando.
- Creí que de verdad querías cambiar la vida que estabas llevando. Probar cosas nuevas.- Repuso, dejando su taza sobre la mesa para servirse un poco más de té. Supuse que, por el comentario que acababa de hacer, había estado hablándole de mi trabajo. Obligué a mi cerebro a reaccionar acorde a las necesidades.
- Si, bueno, va a llevarme tiempo. Aún no estoy decidida del todo a hacer algo en particular. Mientras tanto, seguiré igual que siempre.- Intenté sonar lo más despreocupada posible.
- No lo sé…- Musitó, mirándome, meditabundo.- Tal vez lo mejor es que seas drástica al respecto, ¿no te parece? Empieza de cero, como si llegaras a Nueva York por primera vez. Prueba cosas, experimenta sensaciones… nadie dice que no vayas a caerte un par de veces, pero siempre puedes levantarte y seguir intentándolo.
Había algo en Tim que hacía casi posible, alcanzable, el hecho de soñar con la más disparatada fantasía. A su lado, oyendo su voz segura y cálida, estaba convencida de que podía extender los brazos y largarme a volar como si fuese un ave. Y, sin embargo, ése perfilaba ser un vuelo solitario y silencioso.
Ese fin de semana había soñado con mil principios distintos para una vida nueva. Había pensado en cambiar totalmente cada aspecto de mi existencia. Y ahora me daba cuenta que había hecho un viaje hasta Francia sólo para descubrir que lo que realmente quería y pedía a gritos en algún rincón de mi alma era amor.
Quería un hombre que se despertara conmigo cada mañana; un hombre al que pudiera abrazar en las buenas y en las malas; un hombre que caminara conmigo por la orilla del mar y que me tomara de la mano cuando el sendero se ponía difícil; un hombre que cuidara de mí cuando me sintiera vulnerable y que me diera la oportunidad de cuidarlo cada vez que lo necesitara. Quería un hombre que me derritiera con sólo mirarme y que me hiciera temblar con sólo decir mi nombre. Quería un hombre que conociera los límites más extremos de la pasión; un hombre con el que pudiera hablar hasta altas horas de la noche sin importar si tenía que levantarme temprano a la mañana siguiente. Quería un hombre como Tim.
O peor aún, quería al mismísimo Tim. Nada de impostores o clones similares. Nada de parecidos o tipos que estuvieran tan sólo para cubrir un vacío. Simplemente Tim. Así tal cual era, con cada una de sus virtudes y sus innumerables defectos que tan real lo hacían.
Quería sus malhumores cada vez que tuviera que abordar un avión. Quería su temperamento explotando frente a mí como una bomba. Quería su concentración cuando tocaba el piano y su acento inglés deslizándose en sus palabras cada vez que decía algo en francés. Quería sus besos y su perfume y su cabello oscuro entre los dedos. Quería conservar para siempre, hasta el final de los días, el bienestar que me proporcionaba compartir un segundo a su lado, acompasando mi respiración a la suya.
Pero, desafortunadamente, todo aquello que quería era justamente lo que se me estaba escapando entre los dedos. Lejos de saber que frente a él, sentados con sólo aquella mesa y aquellas tazas de té de por medio, había una mujer que moría por entregarle su corazón, Tim me sonrió, como incitándome a que hiciera exactamente lo que tanto necesitaba para cambiar mi vida.
El problema era que él no tenía la menor idea de que cada solución que había estado esperando durante tantos años, estaba al fin clara como el agua justo allí, en alguna parte de la profundidad azul de sus ojos.
- Creí que la idea de regresar a Londres iba a pesarme más.- Comentó Tim, haciendo que levantara la mirada hacia él, que estaba recostado a mi lado en la arena. Llevaba sus lentes de sol verdes y un traje de baño. Hacía por lo menos una hora que estábamos recostados bajo el tenue sol. Yo fingía estar interesada en una revista, él tarareaba canciones de tanto en tanto y movía los pies sobre la arena.- Pero lo cierto es que una parte mía quiere saber qué se sentirá estar de regreso.
- Parece que llevamos una eternidad aquí, ¿no?- Respondí, girándome hacia él para verlo mejor.- Pero sólo han sido dos días. Estoy segura de que Londres se ve exactamente igual a cuando te fuiste.
- No me refiero a eso.- Susurró y yo ya lo sabía. Sólo quería evitar otra conversación innecesaria sobre Jayne.- Me pregunto si ese vacío doloroso que sentía estando allí me estará esperando en mi departamento cuando abra la puerta.
Antes de que hiciera a tiempo a contestar, me rodeó la cintura con un brazo y me arrimó un poco más a él. Me besó el hombro distraídamente.
- Me pregunto si escapar ha servido de algo realmente.
Suspiré. Para mí sí había servido de algo. Encontrar a Tim era algo que merecía la pena, fuera cual fuera el inmenso dolor que me esperara en alguna otra parte del mundo. Pero era más que evidente que él no lo veía de aquella manera.
Cherry salió corriendo desde la casa hacia la playa, ladrándole a un par de pájaros que volaban bajo sobre un médano. Satisfecha de haberlos asustado, se dirigió moviendo la cola hacia nosotros y se recostó frente a Tim, que le rascó una oreja.
- Yo creo que sí ha servido. No has hecho ninguna locura, ¿verdad?- Farfullé, razonable.
- ¿Locura? ¿No te parece locura suficiente que pasara toda una noche en el aeropuerto esperando un vuelo a Francia sólo para no tener que dormir en la cama que compartí con Jayne durante…?- Murmuró incrédulo. Puse un dedo sobre sus labios, para silenciarlo. Y porque no quería oír más al respecto.
- ¿Sabes qué creo que debes hacer?
Sus ojos me escrutaron con curiosidad.
- ¿Qué?
- ¿Has visto esas botellas que la gente arroja al mar con mensajes dentro y deja que se pierdan en la marea hasta que no son más que un recuerdo?- Pregunté con suavidad. Cherry apoyó la cabeza sobre las patas delanteras y empezó a dormirse con la lenta caricia de Tim.
Frunció el ceño.
- ¿Quieres que arroje un mensaje en una botella?
- No.- Negué cansinamente.- Creo que deberías arrojar lo que tanto daño te hizo, lo que sientes por Jayne, como si arrojaras una botella entre las olas. Tienes que dejar que se pierda en el fondo del mar. Tienes que dejarlo aquí, a la deriva, y tratar de cerrar un capítulo de tu vida.
Rozó su nariz en mi cuello.
- Lo sé.- Su voz contra mi piel parecía una caricia.- Me gustaría intentarlo. Me gustaría que mi amor por Jayne fuera algo tan fácil de quitarse como una alianza. Me gustaría poder ponerlo en una botella y arrojarlo lo más lejos posible…
Hundí los dedos en su cabello.
- Entonces hazlo.
Se quedó callado y pensativo un buen rato, sintiendo cómo rozaba su pelo delicadamente, tratando de darle al menos un poco de calma. Ya no albergaba esperanzas para mí, pero no quería que Tim se aferrara a un amor que lo enfermaría severamente.
- Je souhaiterai m’immeger dans les profondeurs des mer y disparaître pour ne plus jamais être vu...- Murmuró como si se hubiese olvidado de mi presencia, en el más melancólico y suave de los tonos. Mis ojos lo recorrieron con curiosidad, preguntándome qué quería decir aquello.
Repentinamente, como si eso que acababa de balbucear hubiese presionado algún interruptor dentro de él, Tim se puso de pie y, tendiéndome una mano, hizo que lo imitara.
- Tienes razón, Mae.- Sus ojos azules estaban perdidos en algún punto lejano, quizás no concreto, más allá.- Tal vez pueda aprender a lidiar con esto. Aunque…- La luz que había percibido por unos segundos en su mirada comenzó a apagarse.- Aunque lo cierto es que si ella me lastima, hay veces que todo lo que quiero hacer es sentir el dolor… si es el único modo de seguir sintiéndola.
Dolor, pensé para mis adentros, sientes y provocas dolor, Tim, ¿por qué no puedes dar un paso al frente y dejar el resto de las cosas atrás?
- Necesitas tiempo.- Mascullé, un poco desorientada, dividida entre el desgarro que me destrozaba el corazón, el deseo de estar junto a él y la necesidad de alejarme antes de que terminara conmigo del todo.- No puedes forzarlo. Sólo puedes intentarlo.
Asintió, mientras sus dedos acariciaban inconscientemente los míos y seguía mirando a alguna parte del mar, como si esperara algo.
Tras lo que pareció una eternidad, una leve sonrisa empezó a cruzar su rostro.
- Bueno, definitivamente no me vendría mal la práctica. No soy exactamente un experto en lanzamientos…- Farfulló, con cierto aire burlón.
Fruncí el ceño.
- ¿Qué…?
Pero antes de que pudiera decir nada más, se inclinó y me tomó por la cintura para cargarme sobre su hombro. Chillé bastante alto, provocando que Cherry despertara, cuando me tomó por sorpresa.
Tim empezó a caminar hacia el mar y yo comencé a patalear con todas mis fuerzas.
- ¡Tim, basta! ¡No seas tan infantil!- Exclamé, sin poder contener una carcajada. ¿Por qué no podíamos tener precisamente eso? Esa dicha inmensa que provenía tan solo del hecho de estar compartiendo un instante en el tiempo. Una fracción de historia, antes de convertirnos en meros personajes pasajeros en la larga trama de la vida del otro.
Sin embargo, mientras me arrojaba riendo entre las espumosas olas y yo lo arrastraba conmigo en el intento, deseé no por última vez poder ser la protagonista de la suya, al menos por el más insignificante de los capítulos.
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