Sabía a la perfección que la sensación de revoltijo que sentía en el estómago nada tenía que ver con el aterrizaje. Era algo más, era el saber que volvía a poner un pie en Londres y que era el momento decisivo: las cosas sólo podían mejorar o seguir tan espantosamente mal como hasta entonces. Tim tragó saliva, se borró por última vez la imagen irreal e imposible de Jayne esperándolo en su apartamento y, apretando con fuerza la valija, caminó por el aeropuerto Heathrow obligándose a respirar con normalidad.
Apenas había pasado el mediodía. Iría a su departamento, se cambiaría de ropa, se refrescaría un poco y saldría a comer algo por ahí. Bien. Ya tenía un plan. Patético y breve, pero plan al fin.
- ¡Tim!- Escuchó y su corazón saltó enloquecido. Se volvió, agitado, mirando hacia los lados, y divisó a Tom que apresuraba el paso hacia él. Maldijo por lo bajo.
- Cuanto te llamé para decirte que estaba en camino, no quería decir que tenías que venir a recogerme, Tom.- Dijo, dándole un pequeño abrazo a su amigo, que actuaba como si no lo hubiese visto en décadas.
- No importa, yo quise hacerlo. Te ves bien, ¿estuviste tomando sol?- Preguntó con una sonrisa, evidentemente aliviado de que Tim no hubiese regresado con un aspecto más suicida y depresivo que el que tenía al partir.
Con un pinchazo de culpa, Tim recordó cada segundo en la playa con Mae. La había tratado horriblemente, pero no había sabido manejar la situación. No esperaba que ella se enamorara de él, más aún sabiendo lo que él pensaba respecto a volver a involucrarse con una mujer tras haber pasado lo suyo con Jayne.
Tom esperaba una respuesta y no tuvo más remedio que concentrarse en dársela.
- Sí, pasé un rato agradable en la playa.
- No estuviste emborrachándote ni nada de eso, ¿verdad?
- Tom…
- Ahogando las penas en alcohol.
- Por favor, Tom…- Susurró, cansado, mientras arrastraba la valija detrás de él hacia la salida.
- ¡Dios mío! Te pasaste todo el fin de semana inconsciente en la playa, ¿no es así?- Lo observó con los ojos verdes entreabiertos y llenos de acusación.
- No seas ridículo. Apenas sí tomé un poco de vino en la cena.- Repuso Tim, saliendo al aire cálido del mediodía londinense. Había bastante sol y una muchedumbre demasiado ruidosa. Se había acostumbrado a la agradable quietud de La Trinité-sûr-Mer.
- Bien. De acuerdo.- Tras contemplarlo con cierta desconfianza un rato, decidió enfocar las cosas desde otro ángulo.- Qué bueno que ya regresaste. Tenemos que poner manos a la obra.
- Me gustaría descansar un poco antes de que vayamos a Nottingham esta noche.- Llegaron al auto de Tom y Tim se detuvo junto a la puerta del acompañante, esperando a que éste le abriera. Pero Tom una vez más lo miró, suspicaz.
- ¿Qué acaso no estuviste descansando todo el fin de semana?
- No dormí demasiado.
- ¿Qué estuviste haciendo?- Frunció el ceño mientras sacaba la llave del bolsillo.
- Nada. Sólo me entretuve.
Tom abrió la boca en una O perfecta. Sus ojos acompañaron el movimiento.
- ¡Por Dios, conociste a alguien! ¿Te enredaste con una francesa, Tim?
Suspirando, Tim negó con la cabeza.
- No, Tom, no me enredé con una francesa.
- Ah.- Abrió la puerta, algo desilusionado, se subió tras el volante y le abrió a Tim para que subiera también.
Éste se acomodó en el asiento y empujó su maleta hacia atrás.
- Es americana.
Se arrepintió de sus palabras apenas pronunció la última sílaba. Tom apretó la bocina del auto sin querer, que resonó estruendosamente en todo el estacionamiento. Se volvió hacia él con las mejillas encendidas de excitación.
- ¿De verdad? ¿Una americana? ¿Cómo se llama? ¿La vas a ver de nuevo?
- Sí, de verdad. Sí, es una americana. Se llama Mae y no, no la veré de nuevo.- Resumió, fastidioso. Pensar en Mae lo hacía sentir casi tan mal como pensar en Jayne, aunque no estaba seguro de que las proporciones tuvieran que ser tan similares.
Confuso, Tom se apoyó contra el asiento.
- ¿Por qué no?
- Porque sólo fue algo de fin de semana.
- Tú no sueles tener cosas de fin de semana.
- Porque estaba casado.
- Nunca las has tenido.
- Bueno, supuse que como mi esposa estaba casándose con otro tipo, la situación lo ameritaba.- Respondió furioso.- ¿Vamos a largarnos de aquí de una vez por todas o qué?
Levantando las manos como para indicar que quería paz, Tom carraspeó y se acomodó frente al volante. Unos segundos después, el vehículo se ponía en marcha y se encaminaban por las concurridas calles de Londres hacia Trafalgar Square.
- ¿Quieres que vayamos a comer algo?- Inquirió Tom con cierta timidez cuando llegaron al edificio de Tim.- Podemos hacer tiempo.
- Ya te lo dije, Tom, quiero descansar un poco.- En realidad lo que quería era estar solo un rato, pero no quería decírselo a su amigo. No por preocuparlo, sino porque no lo dejaría tranquilo ni un segundo pensando que lo que en verdad necesitaba era todo lo contrario.
- Si quieres te ayudo a desempacar, o…
- Escucha, gracias, pero estoy bien.- Tiró de su maleta y abrió la puerta para bajar.- Y dile eso a Richard. Estoy seguro de que él te envió a buscarme.
Tom se sonrojó visiblemente.
- Sólo queremos que estés bien.
- Lo sé.- Clavó sus ojos azules en su amigo unos momentos. Todavía recordaba cuando Tom tenía cuatro o cinco años y corría por el jardín de su casa gritando como un loco. Una sensación muy cálida lo invadió al recordarlo y le dedicó una pequeña sonrisa. La primera sonrisa auténtica que Tom veía desde que Jayne lo había dejado.- Te veré esta noche.
Tim bajó del auto y entró al edificio. Subió hasta su apartamento y arrojó la maleta al suelo. Al cerrar la puerta detrás de él, lo embargó el silencio, un silencio más profundo que el de La Trinité-sûr-Mer, y mucho más doloroso. Mucho más vacío.
Contrariamente a lo que había creído, no fue en Jayne en quien pensó cuando se encontró solo. Las últimas palabras de Mae le flotaban en la cabeza sin cesar.
En vez de descansar, se puso a trabajar incansablemente hasta que el último pensamiento y el último remordimiento desaparecieron de su mente. El problema era que sabía que en cuanto las melodías y las letras cesaran por completo, todo regresaría.
Miró el apartamento desierto. Parecía que ahora no era un fantasma con el que tenía que lidiar. Eran dos.
El traqueteo del autobús sobre el camino no ayudaba a que Tim conciliara el sueño. Tom y Richard estaban aprovechando el viaje de poco más de tres horas a Nottingham para descansar, pero él tenía los ojos bien abiertos y la cabeza tan en movimiento como el vehículo que los transportaba.
Se levantó de su litera, esquivó el brazo de Tom que colgaba desde la cama superior y caminó hacia lo que denominaban la sala trasera del autobús, que era una especie de sala, con un par de cómodos sillones.
Se acomodó los lentes y se dejó caer en la oscuridad de aquella habitación andante. Estar allí le estaba regalando algunos recuerdos amargos. Jayne lo había acompañado en muchas giras y habían pasado horas sentados en aquella sala. Recordaba lo agradable que había sido: interminables carreteras, ellos dos juntos en ese mismo sillón, las piernas de Jayne colgando descuidadamente sobre las suyas, en una profunda y casual intimidad, disfrutando de alguna película o de una de las tantas charlas que solían tener en ese entonces.
Suspiró y miró por la ventanilla. Afuera, todo se sumía en una negra oscuridad. Jugueteó con el teléfono celular entre las manos. La tentación de llamarla estaba siendo increíblemente fuerte.
- ¿No puedes dormir?- Musitó Richard, apareciendo de golpe y haciéndolo dar un respingo. Guardó el teléfono en su bolsillo instantáneamente.
- Dormí mucho esta tarde.- Mintió.
- Te ves cansado.
- Debe ser el cambio de horario.- Espetó, antes de darse cuenta lo ridículo que aquello sonaba.
Richard se sentó junto a él y se rascó la cabeza, pensativo.
- Tom me dijo que conociste a alguien en Francia.- Comentó.
Tim maldijo por dentro.
- Tom tiene una bocota enorme.- Se recostó contra el respaldo.- No fue nada importante.- Sintió un raro pinchazo en el pecho.
- Creo que es importante que te hayas involucrado con otra mujer después de…
- No exageres, Rich.- Interrumpió. ¿Por qué sus amigos insistían en analizarlo todo?- Los dos estábamos allí por despecho, por pena, por decepción. Eso no quiere decir nada.
- Estás en papel hostil. Bien. Es mejor dejar esta conversación para otro momento.- Se puso de pie.
- No estoy en papel hostil. Son Tom y tú los que están en papel de Cupido o algo así…
- Tim, te conozco desde hace años, pero nunca te había oído decir algo tan estúpido como esto.- Le puso una mano en el hombro.- Tom y yo sólo estamos en papel de amigos: amigos de un hombre al que su mujer ha abandonado y que no logra avanzar con su vida. Creí que fugarte a Francia iba a ser una idiotez, pero ahora me alegra que lo hayas hecho.
- Que me haya acostado con ella un fin de semana no quiere decir que vaya a casarme, Richard.- Repuso, sarcástico.
- No, pero es un paso adelante y con eso me conformo.
Tim se sentía irritado. Sabía que sus amigos estaban preocupados, pero lo único que deseaba era que lo dejaran en paz. Era él quien debía lidiar con su dolor. ¿Y qué si quería revolcarse en recuerdos de Jayne por el resto de su vida y acostarse con desconocidas sólo para enamorarlas y abandonarlas?
No, no se sentía irritado. Se sentía miserable. Se levantó del sillón que lo había visto ser feliz con Jayne y volvió a la cama. Cuando al fin logró dormirse, todos sus sueños giraban en torno a una playa desierta. De fondo sonaba Edith Piaf y una súplica dolida.
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