- Tom, Tom… ¿quieres calmarte? No entiendo una sola palabra de lo que dices.- La voz de Richard sonó confusa del otro lado del teléfono. A Tom apenas le quedaba aire para seguir hablando y no sabía cómo lograba realmente explicarse.
- ¡Lena! ¡Perdí a Lena!
- ¿Qué quieres decir con que la perdiste? ¿Dónde estás?- Preguntó su amigo, que sin lugar a dudas estaba frunciendo el ceño.
Tom no podía dejar de caminar de un lado a otro de la sala. ¿Qué debía hacer? ¿Salir a buscarla? ¿Esperar en la casa a ver si aparecía?
- En casa. Yo… no sé. Desapareció. Rich, ayúdame. No sé qué hacer. Nunca había perdido a un niño antes…- Sentía tantas ganas de llorar que tuvo que detener su impaciente paseo. Se apoyó contra el respaldo de uno de los sillones.- Salió sin abrigo. Va a enfermarse.
- ¿Estás seguro de que salió de la casa?- Inquirió Richard, intentando mantener la calma por los dos.
- Sí, sí, estoy seguro. La puerta de la cocina estaba abierta y no puedo encontrarla aquí. No está debajo de la cama, ¿dónde más podría estar?- Miró a su alrededor, como si esperara que ella saliera de su escondite.- ¿Por qué le habré gritado? Soy un idiota…
- ¿Le gritaste?- Quiso saber su amigo, sorprendido.
- ¡Es que me derramó chocolate caliente encima! ¡No se quedaba quieta!- Exclamó, nervioso.- ¡Y no me preguntes estas cosas! ¡No me ayudas para nada, me estás asustando!
- Lo lamento, Tom. Yo tampoco estoy muy seguro qué hacer…- Se disculpó enseguida.- Vamos… vamos a hacer lo siguiente, tú ve a ver si la encuentras por ahí y ahora Tim y yo saldremos a…
- Pero… ¿y si salgo y ella regresa mientras no estoy? ¿Y si vuelve, ve la casa vacía y se asusta más?
- ¿Hay algún lugar al que hayas ido con ella, que le haya gustado? Tal vez fue allí.
- Sólo hemos ido a Londres. Y al estudio.- Se restregó las manos, con fuerza.- No crees que pueda llegar a Londres sola, ¿verdad?
- No, Tom. Es muy pequeña. Nadie la dejaría viajar sola. Avisarían a la policía.- Contestó Richard, como si intentara devolverle la paz que no sentía.
- Tienes razón. Es muy pequeña.- Soltó un quejido angustioso.- Es muy pequeña, Rich. ¿Y si le pasa algo?
- Tienes que calmarte. Así alterado como estás ahora no eres de mucha ayuda.
Tom le dio un puñetazo al sillón.
- ¿Qué no soy de mucha ayuda? ¡Soy un desastre! ¡Llevo poco más de una semana siendo padre y ya perdí a la niña, Richard!- Gritó.
- Escúchame bien. Vamos a…
- Mierda.- Musitó Tom de pronto, haciéndolo callar. Se llevó una mano a la frente.
- ¿Qué? ¿Qué sucedió?- Richard sonó ansioso.
- Te llamo en… en un rato.- Colgó antes de darle tiempo a responder.
¿Y si Lena había salido de la casa y ese tal Jake la había encontrado? ¿Y si se la había llevado con él?
¿Por qué le pasaban estas cosas? ¿Por qué no podía volver a su tranquila vida anterior, cuando tenía novia, tiempo de dormir y nada de responsabilidades? ¿Por qué no podía ser el hombre de antes, sin hijos que bañar, alimentar y llevar al médico?
Sin pensar un segundo más, se fue hacia la puerta, tomó su abrigo al pasar y salió. Subió al auto y se dispuso a rastrear todas las calles si era necesario. Tenía que encontrar a Lena. ¿Qué iba a sucederle si ese tipo la había atrapado?
El pueblo parecía desacostumbradamente vacío ese día, como si alguna fuerza superior quisiera desalentarlo. Quizás esa era la manera en que todo terminaba para Tom. Quizás así debía ser desde el principio. Al fin tenía la oportunidad de retomar las cosas donde las había dejado. No más impedimentos. No más problemas. No más peluches, ni libros de cuento, ni Barney…
Los ojos se le llenaron de lágrimas.
- No.- Dijo, como si necesitara que alguien le dijera las cosas en voz alta.- Va a haber un final, pero no será éste.
Iba a ser un final feliz. Lo que estaba sucediéndole en ese momento, la incertidumbre, el miedo, la desesperación, todo acabaría, Lena aparecería sana y salva y pronto se reirían del asunto y de la manera en que él había entrado en pánico. Luego Maggie iría a buscar a la niña, él se la entregaría en las mejores condiciones y todo sería perfecto. Ése iba a ser el final feliz.
Aferró el volante con más fuerza de la normal, tratando de convencerse de que así serían las cosas. Cuando la encontrara, Lena no iba a tener ni un rasguño. Ni un mísero resfriado.
Vio un grupo de chicos adolescentes caminando al costado del camino, bromeando entre ellos. Redujo la velocidad y bajó la ventanilla del auto.
- Disculpen.- Murmuró. Sentía que hasta hablar era difícil.- ¿No han visto una niña, como de cuatro años?
- No, yo no vi a nadie.
- Yo tampoco.- Dijeron a coro.
- ¿Están seguros? Quizás la vieron en compañía de un hombre. Es muy pequeña, tiene ojos verdes y cabello castaño. Iba sin abrigo.- Explicó. Parecía suplicarles que le dijeran que sí.
- No, lo siento.- Contestó uno de los chicos.
- Gracias.- Retomó la marcha, abatido. Lena no podía haberse desvanecido así como así. Alguien debía haberla visto.
Nunca había conocido un temor como el que sentía en ese momento. Era helado, parecía una enorme pelota dura que se había instalado en el punto medio entre su estómago y su pecho. Le dificultaba respirar si pensaba en consecuencias trágicas. Se volvía más duro, más doloroso, más grande.
Tom le dio toda la vuelta al pueblo de Rye y a sus alrededores. No vio ni el más mínimo rastro de la niña y, esperanzado de que algún giro irónico de la vida lo hiciera estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, emprendió el regreso hacia la casa, cruzando los dedos para que estuviera allí, aguardándolo.
Cuando volvió a contemplar la casa vacía y silenciosa, el alma se le partió en mil pedazos y aquel miedo tan nuevo para él se volvió insoportable. Tomó el teléfono, casi abalanzándose sobre él.
- Servicio de emergencias.- Dijo una voz femenina del otro lado, apenas segundos después de que él acabara de marcar el número.- ¿En que puedo ayudarlo?
- Mi hija desapareció.- Respondió, atolondradamente.- Necesito que envíen a alguien. Necesito que la busquen.
- ¿Cuánto tiempo lleva desaparecida?- Inquirió la mujer, sin inmutarse.
- ¡No lo sé! Una, dos horas quizás.- Miró el reloj, aturdido.- Un poco más. No estoy seguro.
- Señor, consideramos que deben pasar veinticuatro horas para que…
- ¿Veinticuatro horas?- Repitió, pegando un grito que pareció hacer temblar las ventanas.- ¿Está bromeando?
- Cálmese, es necesario que…
- ¡No puedo esperar a que pasen veinticuatro horas! ¡Tiene cuatro años! ¿Sabe las cosas que pueden sucederle mientras usted me dice que espere todo un puto día?
- Lo siento, señor, entiendo que esté alterado, pero el protocolo en estos casos dice que…
- ¡Me importa una mierda su maldito protocolo!- Bramó.- ¿Y si mi hija fue secuestrada?
- ¿Ha recibido alguna llamada o carta que le haga sospechar tal cosa?- ¿Cómo podía esa mujer mantenerse tan tranquila? ¿Acaso no entendía lo que le estaba pasando a Lena?
- No, pero…
- Entonces cálmese y vuelva a llamarnos cuando…
Tom colgó y arrojó el teléfono. Aquello tenía que ser una broma. ¿Cómo era posible que nadie hiciera nada cuando se reportaba la desaparición de una niña? Si esperaba veinticuatro malditas horas, quizás fuera tarde…
Comenzó a caminar por la sala. Si no podía encontrarla en los alrededores de la casa, si la gente del pueblo no la había visto, si la policía no iba a ayudarlo… ¿cómo iba a encontrarla?
Tomó el celular y llamó a Richard. Su amigo lo atendió de inmediato.
- No sé qué más hacer, Rich.- Dijo, sin esperar que el otro le dijera nada.- La busqué por todas partes. La policía dice que debo esperar veinticuatro horas antes de denunciar su desaparición…
- Tim y yo salimos del estudio. Él iba a conducir hasta Hastings, a ver si lograba hallarla por ahí y yo voy a tomar el camino a Londres. Sólo han pasado unas horas, Tom, no creo que llegue muy lejos sola.- Explicó, sonando tranquilizador.
Las piernas empezaron a temblarle. Se dejó caer, desvalidamente, en el sillón. Se frotó la sien, cansinamente.
- Necesito que me hagas un favor, Rich.- Pidió en voz baja.
- Lo que quieras.
Suspiró, buscando fuerzas para poder hablar.
- Dime que todo va a salir bien…- Musitó, como un niño atemorizado.
- Todo va a salir de maravillas. Te lo prometo.- Le dijo con convicción.
Tom se ahogó con un sollozo.
- ¿Qué puedo hacer?- Preguntó a duras penas.
- Quédate en tu casa. Si regresa, tienes que estar ahí para recibirla.
- Cometí un grave error.- Empezaba a desmoronarse del todo.- No debí quedarme con ella. No soy capaz de cuidarla. Debí llevársela a alguien que supiera que hacer. Debí…
- Hiciste exactamente lo que tenías que hacer.- Cortó Richard.- Estoy orgulloso de ti.
Tom se quedó callado. Su cabeza parecía zumbar, con miles de pensamientos que viajaban a la velocidad de la luz, bombardeándolo. Intuía que hacer lo que Richard decía era lo más sensato, pero… ¿cómo podía estar allí sentado sin hacer nada?
El sonido del timbre interrumpió sus cavilaciones. Con el corazón deteniéndosele, se puso de pie de un salto.
- Te llamo más tarde, Rich.- Murmuró y cortó sin esperar respuesta.
Prácticamente corrió hacia la entrada. Tenía que ser Lena. Había regresado, tenía frío y…
Y era demasiado pequeñita para alcanzar el timbre. Él mismo lo había notado cuando la dejaran en su puerta. No, no podía ser Lena.
Quizás los idiotas de la policía habían decidido enviar a alguien, después de todo, al oír su desesperación. Quizás podían ponerse a trabajar de inmediato y, antes de que pudiera ponerse más nervioso, iban a encontrarla.
Estiró la mano hacia el picaporte y abrió. Esperaba ver algo que acabara con aquel miedo punzante, pero no esperaba ver a la mujer rubia que se encontraba parada frente a él, con una sonrisa nerviosa en el rostro y el cabello rubio algo alborotado por el viento. Con los ojos claros mirándolo con ansiedad…
Tom no esperaba los repentinos recuerdos de la ya olvidada noche en el bar de Hastings. No esperaba las imágenes que se colaron frente a sus ojos. Imágenes de él acercando a esa mujer por la cintura. Imágenes de besos húmedos y apresurados. Imágenes de un hotel de mala muerte y una madrugada interminable. Imágenes del largo y ondulado cabello rubio enredándosele en los dedos. Manos ávidas que recorrían sin desenfrenos la piel de un completo desconocido.
Como si aquellos años jamás hubiesen pasado, Tom la miró y supo exactamente quién era. Al fin Maggie había decidido aparecer, pero sus plegarias habían sido oídas en el momento menos oportuno.
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2 comentarios:
Me dejas siempre en suspenso...jejej...Uhm, creo que necesito mas hobbies...jeje
TOM!!
saludoos
Por fin la encontraron a la malcriada esa! jajaja!! ahhh re mala la mina xD
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