Apretó el paso. Acababa de cometer un error muy estúpido.
¿Por qué diablos había ido a verla? ¿Con que razón? No había hecho más que descubrir que no había cambiado, que seguía siendo la misma pretensiosa de siempre, la que espera que todos se arrojen a sus pies con sólo pedirlo. ¿Y qué había hecho él? Le había dado motivos para que creyera que su regreso podía afectarlo de algún modo.
Los rayos del sol le daban directo en la espalda y hacía bastante calor. Caminaba con prisa, desesperado por entrar de nuevo en su casa, refugiarse en sus paredes, estar lo más lejos posible de ella. Se maldijo por no haber llevado el auto. Podría haber acelerado y perderse mucho antes de que Georgia notara que había estado ahí.
Idiota. Idiota. Idiota.
¿Por qué había pensado que podía quizás intimidarla lo suficiente como para lograr que volviera a irse lo antes posible? Si la hubiese ignorado, todo hubiese sido más fácil. Quizás no se hubiesen cruzado en lo más mínimo. Quizás en una semana todo hubiese terminado. Georgia no soportaría estar allí más de eso.
¿Era posible que no sintiese remordimiento alguno por haberle roto el corazón a alguien o acaso ella no tenía idea de la magnitud del sufrimiento que le había causado? Una disculpa hubiese sido suficiente. Tim no podía quejarse de la vida que había construido, con su carrera, con Jayne, con…
- ¡Hey!- Escuchó, saliendo del trance en que se había sumido. Se volvió, sorprendido, sólo para encontrarse con Tom, uno de sus mejores amigos y también compañero de trabajo. Además de conocerlo desde que usaba pañales, Tim compartía con Tom el escenario, donde la maravillosa voz de su amigo lograba hechizar a cualquiera.- ¿Qué haces ahí?
- Estoy caminando, Tom.- Respondió, mirándolo con obviedad.
- Sí, lo sé, me refiero a qué demonios estás pensando. Estoy gritándote hace cinco calles y estás en tu mundo.- Se estiró y le abrió la puerta del acompañante. Tim se subió en seguida.- ¿Sucede algo malo?
Tim abrió la boca para decir de inmediato que no. Cuanto antes se olvidara del asunto, menos tendría que lidiar con todo aquello.
- Georgia regresó.- Murmuró en cambio, sin poder evitarlo.
Tom frunció el ceño. Sus ojos verdes se llenaron de curiosidad.
- ¿Georgia?- Repitió. Lo miró, interrogante.- ¿Georgia Atwood?
- Sí.
- ¿La Georgia que se fue así como así y que…?
- Esa misma.- Interrumpió. No quería revivir todo otra vez. No quería hablar del tema.
- Vaya… no había aparecido por aquí en… bueno, años.
- Quince años.- La voz sombría de Tim pareció oscurecer todo el interior del auto.
Tom se sacudió el corto cabello castaño de la frente y miró a su amigo, preocupado.
- ¿Estás bien? Creí que ya lo habías olvidado…
Tim se esforzó por sonreír y mostrarse despreocupado. Lo último que necesitaba era que Jayne se enterara que aún se dejaba llevar por lo sucedido cuando era un adolescente.
- Sí. Sólo me impresionó, eso es todo.
Se hizo un breve silencio. Tom parecía querer preguntar muchas cosas, pero era evidente que tenía miedo de embrollar todo el asunto.
- Y… ¿Jayne lo sabe?- Soltó al fin.
Tim asintió quedamente.
- Richard nos lo contó a los dos ayer. La vio cuando llegaba al pueblo.- Explicó, inexpresivamente.
- Estaba convencido de que nunca iba a volver. Después de todo… no se portó muy bien. Lo que te hizo a ti, lo que le hizo a…
- ¿Sabes, Tom? No quiero hablar del tema. Lo único que quiero es que todo esto pase sin darle más importancia.- Clavó los ojos azules en el camino que se extendía frente a él.- Además… no me gustaría que esto moleste a Jayne. Siempre la ha afectado todo lo relacionado a Georgia.
- ¡Y no es para menos! ¡Ibas a casarte con esa chica!
- Tom, por Dios, sólo quiero que te calles.
- Sí, lo siento, ya entendí.
Dos minutos más tarde, estacionaba frente a su casa, de modo que Tim se apresuró a bajarse. Tom lo observó mientras caminaba hacia la entrada.
- Llámame si necesitas algo, ¿quieres?
Tim no respondió, se limitó a hacerle un gesto de agradecimiento y meterse en el seguro interior de su casa. No iba a permitir que Georgia lo perturbara. No iba a dejar que lo enfureciera con su indiferencia. Antes de que pudiera siquiera notarlo, se habría ido de nuevo, sin dar más explicaciones, como la primera vez.
Y, en esta ocasión, Tim esperaba su partida con crecientes ansias.
- ¿Quién estaba en la puerta, Georgia?
Ignorando la pregunta de su madre, se abalanzó sobre el refrigerador y buscó una botella de agua. Se la llevó a los labios y bebió durante varios segundos. Se sentía deshidratada.
Maldito Tim Rice-Oxley.
Georgia miró a Molly, que estaba sacando pan de la tostadora, y trató de recuperar el aliento al mismo tiempo.
- Nadie.
- ¿Te oí hablar con nadie?- Farfulló ésta, con su tono de notehagaslalistaconmigoniña.
- Era…- Se dejó caer en la silla de la cocina. No podía decir que las cosas no se estuvieran poniendo agitadas. Y hacía solo un día que estaba allí.- Era Tim.
Molly parpadeó un par de veces y cruzó los brazos sobre el pecho, observando fijamente a su hija.
- ¿Tim?- Repitió.- ¿Rice-Oxley?
Asintió, apesadumbrada. ¿Por qué él estaba tan atractivo y ella se sentía una pueblerina? Debería haberse puesto sus botas Prada. Siempre le daban seguridad…
- ¿Y qué te dijo?
- Nada.
- ¿Nada?- Aparentemente, su madre estaba de humor para fastidiarla.- ¿Después de quince años en que no le dijeras una sola palabra, no te dijo nada? Parece que lo tomó bastante bien…
- Por amor de Dios, mamá…- Se quitó el largo cabello del rostro.- No fue agradable. No quiero hablar de ello. ¿Me dejas en paz?
- Bien. ¿Quieres tostadas?
- Sí.
- ¿Con mermelada?
- Por favor.
- ¿Le pediste disculpas, al menos?
La miró exasperada.
- Mamá…
- ¡Sólo estoy diciendo! Ni siquiera le dejaste una carta diciendo que te ibas. Tuvo que contárselo…
- Me voy a desayunar a The 1066.
Se levantó, arrastrando la silla y tomó las llaves del auto a su paso hacia el vestíbulo. Si seguía con su madre allí dos minutos más iba a estrangularla. Literalmente.
The 1066 estaba casi vacío cuando Georgia cruzó la entrada y escrutó alrededor en busca de la mesa que siempre ocupaba con su padre en el pasado. Todo el mundo había desayunado ya y había empezado su día, con sus actividades habituales. Ella, por obvias razones, no tenía nada que la apresurara.
Se sentó junto a la ventana y observó la silueta de la abadía recortándose del otro lado no muy lejos. Los turistas se juntaban a las puertas del enorme castillo y comenzaban el recorrido, ruidosamente. Georgia había ido durante su período escolar no menos de tres veces a caminar por el sitio donde se había desarrollado la batalla de Hastings. Había caminado por los interminables y fríos pasillos construidos poco menos de mil años antes. Se había aburrido terriblemente.
Nunca le habían gustado las excursiones, principalmente porque todas acababan llevándola a la abadía. Pero… al menos podían estar fuera de la escuela, sentir un poco el sol y ver el cielo en lugar de esconder la nariz en los libros. Podía caminar pacíficamente con sus amigas, hablando en voz baja para que los profesores no notaran que no prestaba atención a las explicaciones que había oído docenas de veces. Podía esconderse con Tim en algún rincón oscuro del castillo, lejos de las miradas de sus compañeros. Simplemente para tomarse de las manos un rato, abrazarse o robar algún que otro beso furtivo.
Había sido una verdadera estúpida al creer que no iba a cruzárselo. Y tener que admitir que el encuentro de esa mañana realmente la había afectado era lo peor de todo el asunto.
Quince años antes, había dejado a Tim creyendo que era un sacrificio que debía hacer para poder llevar una vida soñada. Y ahora estaba de vuelta en su pueblo, enterándose de que el nerd al que había querido con locura se había convertido en un hombre sexy, atractivo e irresistible. Su vida soñada se había ido por el drenaje a toda velocidad. Y no creía poder soportar la convivencia con sus padres por el tiempo que necesitaba.
Genial.
Pidió un café. Había perdido repentinamente el apetito y no quería comer nada. Dios, cómo extrañaba Starbucks…
Se distrajo con las idas y venidas de los turistas un rato. Sabía que tenía que ponerse a hacer algo con su vida cuanto antes, pero en cierto modo aún se negaba a aceptar que la hubiesen despedido. Casi esperaba que su celular sonara de un momento a otro y la llamaran para que fuera inmediatamente a la oficina…
- Vaya. Si no supiera que has regresado, no te hubiese reconocido.
Georgia levantó la mirada, sorprendida por la interrupción brusca de sus pensamientos. Y tuvo que levantarla bastante, porque el chico que estaba parado frente a ella era altísimo. Tenía cabello castaño corto y ojos verdes. Y precisamente esos ojos (en conjunto con las mejillas rosadas que nunca jamás irían a cambiar) hicieron que lo reconociera.
- ¿Tommy Chaplin?- Esbozó una sonrisa.- ¡Pero si no te veo desde que tenías como catorce años!
- Y aún así te acuerdas de mí.- Tom le devolvió la sonrisa.- Aunque ya no me dicen tanto Tommy.
- Sí, bueno… has crecido muchísimo.- Le hizo una seña para que se sentara frente a ella y Tom pidió una taza de café a una camarera que pasaba.- ¿Cómo has estado?
- Bien, por suerte. No me ha ido nada mal.
- Eso oí.- La sorpresa de verlo había hecho que no se diera cuenta que Tom y Tim obviamente seguían frecuentándose. Eran amigos y trabajaban juntos. Quizás invitarlo a sentarse no había sido tan buena idea.- Felicitaciones.
- Gracias.- Tom seguía siendo agradable tal y como lo recordaba.- ¿Qué fue de ti todo este tiempo?
Georgia suspiró.
- Bueno… trabajé en una compañía durante los últimos… doce años. Empecé repartiendo el correo y terminé siendo la directora general.
- ¡Wow! Buen trabajo.
- Me despidieron.
- Ah.
Se hizo un breve silencio. Tom intentó mirarla con calidez para darle ánimos, pero de repente estaba pensando a toda velocidad.
- ¿Y estás aprovechando el tiempo libre para ver a tus padres?
- No he tenido más opción.- Respondió ella, tratando de no sonar muy abatida.- La compañía me había dado un increíble apartamento en Londres… pero dadas las circunstancias, he tenido que volver a vivir en Battle.
Tom estuvo a punto de escupir su café. ¿Iba a quedarse a vivir allí?
Tosió estrepitosamente y los ojos se le llenaron de lágrimas.
- ¿Vas a vivir en Battle?- Ella asintió con calma.- ¿Por cuánto tiempo?
- Aún no lo sé.- Se encogió de hombros y dejó su taza vacía sobre la mesa.- No he decidido lo que voy a hacer. Tengo que analizar algunas opciones.
- Supongo que si estás acostumbrada a Londres, estarías más cómoda allí.- Farfulló Tom repentinamente.- Y tendrías más posibilidades de tener un nuevo empleo en una ciudad de esas proporciones…
Georgia sonrió, sin poder creerlo.
- ¿Has venido a hacer su trabajo sucio?
Él la miró sin entender.
- ¿Trabajo sucio?
- No sería la primera vez desde que salí de la cama que Tim intenta convencerme en que me vaya de Battle. Aparentemente, durante mi ausencia compró el pueblo o algo así y ahora cree que…
- No, no.- Cortó Tom de inmediato.- Tim no me ha pedido nada. Te vi de casualidad. No me topé contigo apropósito.
- ¿Entonces por qué estás tratando de convencerme de que regrese a Londres?- Inquirió con desconfianza.
Esta vez fue Tom el que suspiró. Se apoyó contra el asiento y la miró sin decir nada algunos segundos. Sus ojos se habían puesto muy serios.
- Escucha, Georgia, no tengo nada en contra tuyo y lo sabes. Siempre has sido buena conmigo y tengo buenos recuerdos de la época en que solíamos ser amigos.- Explicó y era evidente que lo que decía era de vital importancia para él.- Pero las cosas cambiaron en todos estos años. Heriste a Tim y…
- No fue mi intención lastimarlo, Tom. Han pasado…
Levantó una mano para callarla.
- No me interesan tus razones ni tus intenciones. Sólo te digo que las cosas son distintas. No puedes cambiar lo que hiciste, pero puedes impedir que lo que causaste en el pasado vuelva a afectar a los demás.- Dejó su taza a un lado y buscó dinero en su bolsillo.- Tim ha reconstruido su vida y le ha costado mucho. No arruines su esfuerzo, Georgia.
Ella lo contempló sin creer que el pequeño Tommy Chaplin estuviera diciéndole todo eso.
- Tu café va por mi cuenta.- Dejó un billete sobre la mesa y salió con paso tranquilo, poniéndose unos lentes de sol de Ray-Ban y subiéndose un poco el cierre de su chaqueta azul.
Georgia decidió volver a su casa. Su conversación con Tom había acabado de frustrarla del todo.
No quería pensar que había lastimado a Tim. Sabía que pedirle disculpas no se acercaría siquiera a un mínimo de compensación. Y tampoco quería arruinar su vida. Estaba en Battle contra su voluntad. No había regresado para fastidiar a toda la gente de su pasado.
Una pequeña voz latió dentro de ella. Con el dinero que había obtenido por su despido podría haber ido a cualquier otra parte del mundo. ¿Qué demonios estaba haciendo allí?
Georgia la acalló rápidamente y salió a las calles de Battle para entremezclarse con la gente que iba y venía sin prestarle atención. Algunas respuestas era mejor no encontrarlas.
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1 comentario:
es increíble cómo todos los días reviso el blog para leer el próximo capítulo!
me has hecho adicta a tus historias!!
buienísimo!!
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