lunes, 24 de agosto de 2009

Leaving So Soon: Capítulo 7.

Ahora que Georgia era una persona con propósitos claros (fastidiar a Tim y recompensar a Jayne), era hora de que tomara en serio su estadía en Battle y que buscara algo que hacer con su vida.
De modo que cuando se levantó al día siguiente se puso su mejor ropa y sus zapatos favoritos de tacón alto. Quizás en aquel pueblo no fuera a encontrar un trabajo tan glamoroso como el que había tenido en Londres, pero aún así no quería decir que no pudiera verse fabulosa.
Un par de mujeres la observaron con envidia cuando se encaminó por High Street, haciendo que los hombres también se volvieran y la contemplaran boquiabiertos unos segundos. No había nadie tan suntuoso o magnífico como ella, y Georgia era consciente de que quizás era demasiado extravagante para aquel sitio. Eso, por supuesto, le produjo una sonrisa de satisfacción casi indetectable, pero la chispa de sus ojos verdes fluyó libremente, oculta detrás de unos gigantescos y fantásticos lentes de sol de Givenchy.
No estaba del todo segura de a qué sitios ir. Todo trabajo manual, desde servir mesas a cortar césped, quedaba absolutamente descartado, desde luego, de modo que Georgia supuso que lo más fácil sería dirigirse a lugares que requirieran secretarias, recepcionistas o, ¿por qué no?, directoras, gerentes o algún otro tipo de cargo importante.
Miró a su alrededor. Todo lo que veía era el puesto de información turístico y una pequeña galería de arte que de seguro no pedía nada de lo que ella buscaba.
Pensativa en medio del bullicio, continuó caminando hasta llegar a The Almonry, un sitio pintoresco y lleno de flores y arbustos donde estaban establecidas las oficinas del Consejo de Battle. Levantando bien la cabeza y dando sus pasos más seguros, se acercó a la entrada y abrió la puerta.
Era un recinto bastante pequeño, pero supuso que de todos los lugares que podía llegar a encontrar en Battle, aquel sería lo más parecido a un trabajo de oficina como al que estaba acostumbrada.
Una mujer de alrededor de sesenta años le dedicó su mejor sonrisa al verla entrar. Georgia se quitó los lentes de sol y se acercó al escritorio, asegurándose de que sus movimientos confiados dieran una buena primera impresión.
- Buenos días. ¿En qué puedo ayudarla?- Dijo la mujer y Georgia sonrió, pero no con la misma calidez que ella. Era su sonrisa de mujer de negocios.
- Me gustaría dejarle mi currículo.- Respondió con calma.
- ¡Perfecto!- Exclamó la anciana.- Pareces caída del cielo, querida. Estaba a punto de enviar al chico de la correspondencia a publicar un aviso. La alcaldesa necesita una nueva asistente. Le hicimos la despedida a Betty la semana pasada, después de treinta y cinco años trabajando aquí. ¿Qué te parece?
Aburrido, tuvo ganas de decir. ¿Treinta y cinco años trabajando para el diminuto gobierno de Battle? ¿Acaso nadie sentía la necesidad de vivir la excitación de una vida fuera de aquel pueblo del demonio?
- Maravilloso.- Dijo en cambio. Abrió su bolso de Fendi y extrajo una carpeta negra, que le entregó enseguida a la mujer.- Tengo excelentes referencias.
- Ya veo, ya veo…- Musitó la otra, asintiendo mientras echaba un rápido vistazo.- Creo que podría darte una entrevista para esta tarde, déjame ver a qué hora puede la…- Se detuvo en seco y levantó los ojos oscuros hacia Georgia.- ¿Tú eres Georgia Atwood?
- Sí, así es.- Sonrió más ampliamente. Quizás que la conociera fuera un punto a favor. Se sintió animada. El primer lugar al que iba a pedir empleo y ya tenía una entrevista. Siempre había sabido que el éxito sería parte de su vida.
- Oh…- La mujer se revolvió las manos una con otra, evidentemente nerviosa.- Bueno…
- ¿Algún problema?- Georgia arqueó una ceja, extrañada.
- No, no. Acabo de recordar que la alcaldesa me comentó que su sobrina estaba ansiosa por empezar a trabajar con nosotros.
- Pero hace un momento me dijo…
- Sí, sí, pero, querida… a mi edad es difícil recordar las cosas.- Se excusó. Le devolvió el currículo.- Ven a probar suerte en unos días, si quieres…
Preguntándose qué diablos le pasaba a esa mujer, Georgia se volvió nuevamente hacia la salida. Los jardines la recibieron de regreso con calidez y ella suspiró. Era una lástima. Ser asistente de alguien con un cargo realmente prestigioso era algo que ella podía hacer… momentáneamente, por supuesto.
El museo junto a las oficinas le llamó la atención. Se veía más pequeño de lo que lo recordaba, y quizás apenas un poco más maltrecho por el paso del tiempo. Un pequeño cartel pegado en la ventana del frente decía se busca telefonista.
Encogiéndose de hombros, Georgia entró, haciendo sonar una pequeña campanita sobre la puerta. Una mujer delgada que rondaría su edad se dio media vuelta para ver quién acababa de entrar y abandonó por unos segundos su tarea de enderezar un cuadro en el que estaba enmarcado un pergamino bastante viejo y borroneado.
- Buenos días.
- Buenos días.- Georgia esbozó otra vez su sonrisa.- Vengo por el aviso. Mi nombre es Georgia Atwood. He…
Pero la mujer ni siquiera la dejó llevar la mano al bolso para buscar otro currículo.
- Estamos buscando un telefonista… eh… masculino.- Farfulló, regresando a su tarea sin dar a Georgia más importancia.- Pero gracias por su interés.
Dos segundos más tarde, salía a enfrentar las calles de Battle nuevamente. No había demasiados sitios a los que ir, y eso ya lo sabía de sobra, pero dos fracasos contundentes en menos de diez minutos lograban desinflar a cualquiera.

Tim colgó el teléfono y trató de relajarse contra el mullido respaldo del sillón. Ya había llamado a prácticamente todos los comercios, hoteles, cafeterías, oficinas o galerías donde Georgia pudiera ir a pedir un empleo. Admitía que quizás para él no fuera un buen negocio hacer donaciones para obras, materiales de construcción, o incluso hasta un ala nueva del hospital de Rye, pero su tranquilidad y entereza estaban en juego y para Tim eso no tenía precio. Tenía que sacarla de allí como fuera y si eso hacía que su cuenta bancaria se vaciara considerablemente, bueno… tendría que ocultárselo a Jayne para que no descubriera hasta que grado su esposo estaba perdiendo la cabeza.
- Ésta debe ser la primera vez en treinta y dos años que no te veo trabajar.- Richard apareció de repente en su campo de visión y se sentó frente a él sobre un taburete de Yamaha que Tim había descartado para poder tocar con más libertad.- ¿Todo está en orden?
- Sí, solo hacía unas llamadas.- Se puso de pie, con la intención de desviar el tema lo antes posible, y fue a servirse una taza de café.
- Te veías bastante sospechoso. ¿Puedo preguntar con quién hablabas?- Inquirió su amigo, siguiéndolo.
Tim se volvió a mirarlo con el ceño fruncido.
- ¿Me estás controlando, Rich?
Richard levantó las manos en señal de defensa.
- Por supuesto que no.- Sus ojos celestes lo miraron detenidamente.- Es sólo que has estado muy extraño estos últimos días y quería asegurarme que no estuvieras metiéndote en líos con Georgia.
Los músculos de la espalda de Tim se pusieron tensos al oír ese nombre, pero intentó disimular.
- No, estoy tratando de estar tan lejos de ella como me sea posible.- Sabiendo que no iba a dejarlo en paz hasta que no se justificara, pensó con rapidez.- Sólo trataba de organizarle alguna sorpresa a Jayne. Ha estado un poco nerviosa últimamente y quería que supiera que no tiene de qué preocuparse.
Richard sonrió.
- Eso es espléndido, Tim.- Le dio una palmadita en el hombro.- Se lo merece. Ha estado siempre contigo, ayudándote a superar los momentos difíciles. Hazla sentir especial.
Lo dejó sólo y Tim regresó, con una humeante taza entre manos, a su lugar en el sillón.
Era cierto. Jayne siempre había estado para el en los peores momentos de su vida. Desde la primera vez que le había tocado atravesar algo realmente doloroso. Le había demostrado que podía contar con ella, que estaría ahí para él y que no lo abandonaría. Y Tim se había ido enamorando de Jayne, gradualmente, despegándose del dolor que había sentido por Georgia. Pero no se había deshecho de él. Lo había escondido muy en su interior y ahora lo afectaba nuevamente. Mierda.
La noche en que Georgia lo abandonara acudió a su mente con tanta nitidez que sintió una punzada en el pecho que lo dejaba sin aliento. Habían acordado que iría a recogerla para ir a la fiesta a las nueve. Pero unos minutos antes de las ocho, el timbre de su casa había sonado y se había sentido sorprendido al enterarse que se trataba de Jayne. Le preguntó a su hermano si estaba seguro. Sí, era la mejor amiga de su novia, pero nunca hablaban demasiado y nunca había estado en su casa antes.
- Hola, Jayne.- Saludó al llegar a la sala, donde lo esperaba. Llevaba puesto un vestido azul muy bonito.- ¿Qué haces aquí?
- Tengo que hablar contigo.- Había dicho ella y se la veía absolutamente nerviosa.- Es sobre Georgia.
Tim empalideció de repente y lo primero que pensó fue que había dejado embarazada a su novia. O que le había pasado algo. Un accidente.
- ¿Qué pasa?- Preguntó con brusquedad, asustándose a toda velocidad.
- Se fue.- Respondió Jayne sin delicadeza alguna.
- ¿A dónde? ¿Prefirió ir sola a la fiesta y que nos encontráramos allí?- Masculló confundido.
- No, Tim.- Apesadumbrada, Jayne lo tomó de la mano y lo obligó a sentarse en el sillón más cercano. Se sentó junto a él y lo miró a los ojos.- Se ha ido. A Londres.
- ¿A Londres?- Repitió. Cada vez entendía menos.
- Sí.- Se encogió de hombros.- Eso creo al menos. Fui a buscarla y estaba haciendo sus maletas. Dijo que no podía seguir en Battle.
Tim negó con la cabeza y apartó su mano de las de ella.
- ¿De qué estás hablando? Georgia no puede irse.
- Lo siento mucho. Dijo que tú entenderías. Que ella necesitaba buscar la vida que siempre quiso.- Lo observó con compasión.- Supuso que ahora que la escuela terminó…
- ¿Ahora que la escuela terminó, qué?- Bramó Tim, sin poder controlarse.- ¿Va a decirme que no fui más que el idiota con el que salía entre clases? ¿Eso es todo? ¿Después de todos estos años juntos? ¿Después de todo lo que vivimos ni siquiera puede venir hasta aquí y decirme a la cara que nunca me tomó en serio?
- Tranquilízate, Tim.- Le pidió ella con dulzura.- Tal vez Georgia pensó que tú también veías las cosas como ella.
- ¡Sí, veía las cosas exactamente como ella!- Metió una mano en el bolsillo y extrajo una pequeña cajita aterciopelada, que arrojó con todas sus fuerzas al otro lado de la habitación, rompiendo uno de los cuadros más preciados de su madre con el impacto.
Jayne pareció quedarse helada. Tim hundió el rostro entre las manos, desesperado, preguntándose cómo mierda podía ser que aquello estuviera pasando.
- Tiene que haber un error, Jayne.- Murmuró, tragándose un sollozo. Ella se acercó a él de inmediato y lo rodeó con sus brazos y, por primera vez en su vida, Tim lloró libremente, herido de una manera tan profunda que jamás creyó poder recuperarse.
Sacudiendo la cabeza, Tim alejó aquel recuerdo, negándose a seguir viviendo en el pasado. Miró el estudio que se alzaba a su alrededor, muestras de una vida que había sabido construir sin Georgia y se dijo que aquellas lágrimas derramadas quince años antes no habían significado nada.

Con una frustración más allá de lo imaginable, Georgia se sentó desganadamente contra la fachada de un negocio vacío y suspiró, cansada. Había dado vueltas toda la tarde. La habían rechazado en todos los sitios a los que había ido, nada más ver su currículo o escuchar su nombre. ¿Qué diablos estaba pasando?
Quizás se había corrido la voz de las malas decisiones que había tomado en su empleo anterior. En un pueblo tan pequeño, desgracias ajenas como aquella era un cotilleo de los importantes. Después de haber luchado tanto por crearse una reputación digna de renombre, el tiro le había salido por la culata y parecía ser absolutamente incontratable. ¿Cómo había llegado a ese punto?
La noche había empezado a caer alrededor. Todo, excepto los restaurantes, estaba cerrando sus puertas. Todo el mundo regresaba a casa después de otra jornada laboral. Georgia estaba allí sentada, con sus zapatos de tacos de diez centímetros sintiéndose la persona más desdichada del mundo, viéndolos ir y venir. ¿Y qué le quedaba a ella? Aceptar que había desperdiciado la oportunidad más maravillosa de su vida y que lo único que podía hacer ese momento era regresar a casa de sus padres, a oír más reproches de cómo había elegido mal los caminos que habían acabado llevándola a esa precisa noche en que debía reconocer, le gustara o no, que estaba derrotada.
Nadie quería saber nada con ella. Nadie se había tomado la molestia siquiera de leer los antecedentes de su amplia experiencia. Nadie se había molestado en notar la excelente combinación de ropa que había escogido para verse presentable, como la maravillosa mujer de negocios que alguna vez había sido.
Tener que admitir que lo único bueno que tenía era su exquisito gusto a la hora de vestirse debía de ser una de las revelaciones más tristes en sus treinta y dos años de existencia. ¿A eso había llegado? ¿A sacrificar absolutamente todo lo que amaba buscando la vida más fabulosa que pudiera conseguirse sólo para acabar descubriendo que su único talento era cómo combinar una camisa blanca entallada, un cinturón de animal print, una falta de tiro alto y unos malditos peep toe rojos?
¡Y ni siquiera le había servido de nada! no había conseguido una sola entrevista. No tenía idea qué hacer. Era como si ese condenado pueblo del demonio estuviera en contra de su regreso, como si…
Detuvo sus pensamientos de repente, como si hubiese sido iluminada con una luz divina de pura sabiduría. No era Battle el que estaba en contra de su regreso. La única persona que no se había mostrado indiferente o complacido por la reaparición de Georgia había sido Tim Rice-Oxley. Y lo había dejado muy en claro pidiéndole abiertamente que se largara de allí y cubriéndola de polvo con el mayor descaro.
Tim se había convertido en un tipo poderoso, no solo allí, sino probablemente en todo el maldito país. Seguramente tenía dos o tres ases bajo la manga que podía usar cuando lo necesitaba.
¡Eso lo explicaba todo! no era que Georgia fuera incompetente por haberse equivocado. Tim estaba haciendo lo imposible por sacarla de allí y tenía que estar detrás de todo aquello. De alguna manera tenía que haber intervenido para que la rechazaran injustamente en todas partes.
Bastardo manipulador.
¿Con quién se creía que estaba tratando? Georgia se puso de pie bruscamente. Ella no era ninguna tonta y no iba a permitir que la subestimaran. Si creía que arruinar su vida iba a ser tan fácil iba a tener que dejar esos jueguitos de niños de inmediato. Si quería jugar sucio, iban a jugar sucio.
Sacó el celular del bolsillo de su cartera y marcó rápidamente el número de la casa de su madre. Ella la atendió al segundo timbrazo.
- ¿Hola?
- ¿Tienes idea dónde vive Tim Rice-Oxley?- Farfulló, yendo directo al grano.
- ¿Georgia?- Su madre sonó sorprendida.- ¿Para qué quieres saberlo?
- Tengo que ir a devolverle algo.- Respondió sin darle importancia
- ¿No vienes a cenar? Estoy a punto de sacar la comida del horno y…
.- ¿Lo sabes o no?
Su madre suspiró.
- Bueno… oí que vivía cerca del área de recreación. Probablemente en Chain Lane o North Trade Road.- Dijo Molly, aún extrañada.- ¿Qué es lo que tienes que devolverle?
Pero Georgia le cortó, sintiendo que con eso le sería suficiente para encontrarlo. Golpearía todas las malditas puertas del pueblo si era necesario… pero ese desgraciado no iba a salirse con la suya. Estaba cansada de esos resentimientos de adolescentes.
Con paso firme y una furia que a duras penas podía contener, comenzó a caminar por High Street y lo único que le faltaba era echar fuego por los ojos.

Tim se quitó los pantalones y se metió en la cama, vestido sólo con los bóxers negros y la remera blanca. Jayne estaba ya profundamente dormida: ambos habían tenido un día largo y tenían que levantarse temprano a la mañana siguiente.
No había hecho más que acomodarse contra las almohadas cuando empezó a escuchar unos golpes y luego el timbre de la entrada. Extrañado, echándole un vistazo a la hora, se preguntó si algo andaría mal.
Se levantó rápidamente, manoteó los jeans que acababa de quitarse y se los puso a toda prisa mientras bajaba las escaleras. Prendió la luz del vestíbulo y espió por la mirilla de la puerta, frunciendo el ceño.
- ¡Puedo verte del otro lado, Rice-Oxley, abre la maldita puerta!- Exclamó una furiosa Georgia, acercándose más.
Maldiciendo por lo bajo, abrió una rendija.
- ¿Qué demonios quieres? ¿Tienes idea de la hora que es?- Preguntó molesto y deseando que Jayne no se despertara en ese preciso momento.
- ¡Es hora de que dejes de fastidiarme! ¡Ya te has divertido bastante, ahora déjame en paz!
Tim había olvidado lo estrepitosa que podía ponerse Georgia cuando estaba enojada y se enfrascaba en una discusión. Bufando de impaciencia, salió y cerró la puerta tras él para mantenerla afuera y evitar que Jayne oyera nada.
- ¿De qué estás hablando?- Inquirió.
- ¡No me vengas con esa actitud de pobre idiota inocente! ¿Con quién has hablado?- Insistió ella, clavándole un dedo en el pecho.
- ¿Quieres bajar la voz, Georgia?- Pidió, irritado.- Vas a despertar a todo el mundo.
- ¿Ah sí? ¡Que se despierten! ¡Que sepan que eres un maldito rencoroso!- Se acercó a la puerta y golpeó fuertemente con un puño.- ¡Despertemos a tu mujer y que ella se entere también!
Farfullando entre dientes, Tim la tomó de la muñeca y la apartó para que dejara de hacer tanto escándalo.
- Deja en paz a mi mujer. ¿A qué has venido?
- ¡A decirte que quiero que te alejes de mí! ¡No he vuelto para arruinarte la vida, Tim, he vuelto porque no tuve más escapatoria! ¡Así que deja de intentar que me vaya, porque estoy aquí para quedarme!
- Estás completamente loca.- Tim la miró, fascinado.- ¿Te crees que aún me importa lo que hagas?
- ¡No lo sé, tú dímelo! ¡Bastardo arrogante!
- ¿Quieres callarte de una vez?- El enojo apareció en sus ojos azules.
- ¡No, no voy a callarme! ¡Haré que todo el mundo sepa que el maravilloso Tim Rice-Oxley no es más que un idiota!
Se volvió y comenzó a caminar a lo largo de la galería. Tim la siguió enseguida.
- ¿A dónde te crees que vas?- Inquirió alarmado.
- A hablar con la señora Rice-Oxley. Quizás ella pueda controlarte mejor que yo.- Y giró en el recodo de la casa, en busca de otro modo de entrar.
- ¡Mierda, Georgia, ven acá!- Musitó desesperado. Si Jayne la veía las cosas iban a ponerse feas.
Ella llegó a la parte trasera de la casa y echó un vistazo.
- ¡Wow! Parece que tú vives bien, ¿no es así?- Se cruzó de brazos y lo miró despectivamente.- No te hace falta nada.- Bajó las escalinatas que daban al parque y caminó tranquilamente por el césped prolijamente recortado.- Linda piscina. Se nota que no has tenido problema para encontrar trabajo…
- Georgia, no seas ridícula…
Ella se inclinó junto al agua de la amplia piscina y tocó el agua con la punta de los dedos. Tim levantó la mirada nerviosamente y escrutó la ventana de su habitación. Si Jayne se asomaba iba a verlos…
- ¿Por qué no me dejas en paz?- Espetó Georgia.
- ¡Tú déjame en paz! ¡No soy yo la que apareció en tu casa en mitad de la noche!- La observó mientras se reincorporaba y adoptaba una postura desafiante. Tenía unos tacos altísimos y Tim se preguntó cómo demonios podía caminar con eso. La ropa se le ajustaba perfectamente a la cintura.
- ¡No he podido conseguir trabajo por tu culpa!- Replicó ella, furiosa.- ¡Me han rechazado en todas partes!
Tim se sorprendió. ¿Cómo había podido saber que era culpa suya? Quizás alguien había abierto la boca…
- No tienes idea de lo que dices. ¿Cómo podría yo…?- Masculló, haciéndose el desentendido. Georgia soltó un chillido de indignación y se acercó a enfrentarlo.
- ¡No me mientas! ¡Nunca fuiste bueno mintiendo!
- En cambio tú eres una gran artista del engaño, ¿no es así?- Escupió él sin poder contenerse.
Georgia abrió la boca, incrédula.
- ¿Qué se supone que quiere decir eso?
- Que puedes mentir sobre lo que sea. Que puedes fingir lo que sea. Incluso amor, ¿verdad?
Eso era un golpe bajo. Y una verdadera estupidez.
- Cierra la boca, no sabes de lo que estás hablando.- Se dio media vuelta y se alejó de él. Las piernas le temblaban. Haber ido a enfrentarlo sin preparación previa no había sido una buena idea.
Pero Tim estaba ya fuera de sus casillas. Acortó la distancia en sólo dos largos pasos y la tomó del brazo para volverla hacia él. Con fuerza, sin una pizca de delicadeza. Y el brillo de sus ojos no era cálido, sino frío y abrumador. Georgia se quedó sin aire.
- Por supuesto que lo sé. Lo sé perfectamente, Georgia.- Lo contempló estática, casi asustada.- Eres un maldita mentirosa. Tú eres una mentira. Todo este aspecto fabuloso que te construiste a tu alrededor no es más que para disimular toda la mierda que tienes dentro…
Georgia se sintió herida como nunca antes y deseó descargar ese dolor de algún modo. Levantó una mano con la clara intención de darle una bofetada, pero él fue más rápido y la detuvo en el aire.
- ¡Suéltame!- Exigió, colérica.
- No lo haré hasta que no prometas que te darás media vuelta y te irás de aquí tan rápido como viniste.
- Suéltame, Tim, idiota.
Empezó a forcejear con él, sintiendo que le hacía daño en las muñecas, muriendo de ganas de darle un buen golpe que lo hiciera recapacitar. ¿Cómo podía hablarle así?
Georgia pegó un tirón para zafarse y el taco de su zapato se enganchó en el borde de la piscina. Antes de poder darse cuenta de lo que sucedía, trataba de aferrarse a Tim para no caer y, sin poder evitarlo, lo arrastraba con ella.
El agua salpicó hacia todas partes y el chapuzón fue realmente estruendoso. Tim cayó sobre ella, hundiéndola aún más y, en la desesperación por no poder respirar, Georgia le rodeó el cuello con los brazos.
Él emergió primero y la tomó por la cintura para sacarla a flote. Georgia tomó una gran bocanada de aire, aún pegada a Tim.
- Mierda.- Farfulló él.- ¿Estás bien?
Levantó la cabeza para responderle y se encontró mirando directamente a sus labios. Sintió como si la hipnotizara de repente, como si borrara el tiempo pasado, con solo una miradita. Notó sus manos enroscadas en torno al cuello de él, su corto cabello negro rozándola suavemente… y se sintió enloquecer durante un instante.
Tim la miraba con dureza. Sin cariño o arrepentimiento alguno, sólo un eterno resentimiento… con un fondo muy escondido y reprimido de un deseo tan animal que Georgia se sorprendió. Se le encogió el estómago y decidió que iba a besarlo. No importaba por qué. Sólo iba a hacerlo…
Se oyó un pequeño ruido y, antes de entender lo que sucedía, Georgia se veía sumergida de nuevo. Tim la empujaba bajo la superficie, como si quisiera ahogarla.
- ¿Tim?- Oyó, amortiguado con el sonido del agua a su alrededor, chapoteando.- ¿Qué estás haciendo ahí?
- Ah, cariño…- Murmuró él, tratando de sonar normal, esperando que en la oscuridad Jayne no pudiera notar nada extraño desde la ventana del segundo piso.- Sólo… tenía ganas de nadar un rato.- Georgia pataleaba, intentando salir para tomar aire.
- ¿A esta hora? ¿Estás bien?- Preguntó ella insistente. Tim apretó los dientes, desesperado por hacer que su esposa regresara a la cama.
- Sí, todo está bien.
- ¿Quieres que…?
Abandonando todo tipo de sutilidad, Tim mandó todo al demonio.
- Regresa a la cama, Jayne, iré en un momento.- Pidió. Georgia se quedó mortalmente quieta.
- De acuerdo.- Se dio media vuelta y corrió las cortinas, desapareciendo en el interior de la habitación.
Tim volvió a tirar de Georgia para sacarla y ella abrió la boca recolectando en sus pulmones tanto aire como pudo. Puso las manos en el pecho de él para sostenerse y, desde detrás de una cortina de cabello mojado, chorreando y enmarañado, lo miró lastimeramente.
- ¿Jayne?- Susurró, como si se ahogara con el nombre y no por el intento de Tim de mantenerla bajo el agua.
Él se mantuvo callado unos segundos, flotando a su lado, sintiendo el sonido del agua a su alrededor. Después de quince años no era de su incumbencia. Pero… ¿entonces por qué le costaba decirle la verdad?
- ¿Jayne es tu esposa?- Insistió ella, hablando cada vez con una voz más y más baja.
Tim se limitó a asentir sin decir nada.
- Dios mío…- Georgia se apartó de él de golpe. Tambaleándose, perdiendo un zapato en el camino, nadó a medias hasta la escalera y salió de la piscina.
- Georgia…- La llamó él, suavemente, pero ella ni siquiera se volvió.
Cojeando y empapada a más no poder, rodeó nuevamente la casa y salió de allí. Tim nadó hasta el fondo y recogió el zapato olvidado, pensando que ya era demasiado tarde para creer en cuentos de hadas.
***********************************************************

9 comentarios:

Maggie dijo...

ahh! acaso Giorgia ya se dio cuenta sobre el jueguito de Jayne??

ah qué coraje debió sentir...

oie... es vdd que tienes más fics? como broken toy?
me encantaría leerlos si me das la oportunidad!

te paso mi correo y en la primera oportunidad que tengas podrías mandárlos?

por favor?

saludos!!
bonita semana!

asdasdasd_ dijo...

aww ! Jayne es una Bitch !!! xDD pobre Georgia !!

Anónimo dijo...

wow!!
se esta poniendo muy interesante
al principio pense que Jayne era la victima pero ya me di cuenta que no
aaaah que emocion

Lali dijo...

dios miooo, no puedo aguantar, NECESITO leer más! Que sexy situación caerte en una piscina con Timmmm! jaja suertuda Giorgia
y a Jayne cada vez la odio más :@

karidiva dijo...

es mi cumple y que mejor regalo q una actualización!!!

NECESITO LEER MÁS!!

antes de revisar mi correo, reviso si ahi nuevos fics!!

sam_mccartney dijo...

Jayne mas que amiga..enemiga! grrr

Gracias por actualizar!!

Maggie dijo...

felicitaciones!! qué imaginación tienes! y muy coordinada, muy buena estructura, y no se diga del trama.

finalmente terminé los fics que tienes en este blog y mis respetos.

Me encantaron Atlantic y Wolf at The Door.
ojalá pudieras hacer más fics que contengan al cachetón guapetón como protagonista... jojo...

bonita media semana a todaS!!!

XOXO

Anónimo dijo...

mueroo!! quiero maas! *o*
esta genial!!

pili dijo...

genial!!! he leido y disfrutado cada una de tus historias...y debo agregar que gracias a ti, me he animado escribir tambièn (en CCN) .
Eres genial!!!