lunes, 31 de agosto de 2009

Leaving So Soon: Capítulo 8.

Había un constante zumbido en su cabeza que podía significar que, o bien se le había metido agua en el oído, o que todo lo que acababa de enterarse había sido demasiado para ella.
Georgia no entendía qué demonios estaba sucediendo. Caminó dificultosamente, con una altura de diez centímetros menos en una pierna que en la otra, dejando un reguero de agua a su paso y con el cabello hecho un ovillo extraño, mojado y enredado. El maquillaje se le había corrido con la zambullida y su cinturón de ochenta libras ya no volvería a ser el mismo.
Pero, así y todo, a Georgia le importaba un bledo si no volvía a encontrar su zapato, si la ropa que llevaba puesta quedaba absolutamente inutilizada y si su impecable aspecto acababa de ser pulverizado y parecía una maldita vagabunda empapada. Su mejor amiga estaba casada con el chico que había considerado el gran amor de su vida.
¿Cómo habían llegado a ser así las cosas? ¿En qué clase de universo paralelo se encontraba en ese instante como para que existiera al menos la posibilidad de que Tim y Jayne compartieran un lecho matrimonial? ¿Cómo era posible?
¿Y por qué se sentía como si hubieran explotado la bomba de Hiroshima sobre su cabeza? Había sido ella quien terminara la relación con Tim. Después de quince años ya no quedaba amor, ni ningún sentimiento parecido. Sólo quedaban los recuerdos.
Recuerdos maravillosos sin duda, por ambas partes. Porque Jayne había sido una amiga excepcional, de esas que están incluso a las cuatro de la mañana cuando una no puede dormir y necesita llamar a alguien para tratar de encontrar las respuestas a esas preguntas existenciales que a una se le ocurren de vez en cuando en algún momento de la vida. Pero jamás, ni en el más disparatado de los delires, hubiese imaginado que iban a acabar casándose.
Pensó en lo extraña que le había resultado la actitud de Jayne y sintió que una luz muy blanca se encendía frente a sus ojos, en una especie de aclaración divina. O demoníaca.
Lanzó un bufido frustrado y se sentó en el cordón de la vereda, sin poder lograr que sus piernas la aguantaran mucho más. No había esperado encontrar Battle tal y como lo había dejado al marcharse, pero tampoco se había preparado mentalmente para cambios de aquella magnitud.
Se sentía tan desconcertada…
¿Acaso todo ese sufrimiento que Tim clamaba que le había causado no había sido más que una farsa para ocultar que sólo había estado esperando la oportunidad perfecta para tener a Jayne entre sus brazos? ¿O quizás esa era su forma de vengarse?
Se sorbió la nariz ruidosamente, actitud que solía reprimir por considerarla vulgar y repulsiva, pero parecía ser la única manera de impedir que el llanto estúpido e inútil inundara sus ojos. Trató de mantenerse positiva, pero sentía que era una verdadera misión imposible. Al mirarse en el reflejo de una vidriera y ver que al menos su máscara de pestañas sí era a prueba de agua, sintió, de la manera más desoladora que había experimentado nunca, que su vida era insulsa y vacía.
En sus treinta y dos años no podía recordar nada que le diera sentido a su vida y eso era más doloroso que haberse enterado de la traición que acababa de sufrir. Nada. Había basado todo en lo que sucedía en la oficina y, en cierto modo, no debería sorprenderse al ver que la gente que había quedado atrás no había pensado siquiera en ella al caminar hacia el altar.
¿Qué demonios estaba haciendo en Battle? ¿Estaba allí para que la humillaran? ¿Para dejar que aquel hombre que había hecho latir su corazón por primera vez la redujera a algo insignificante y sin valor? ¿Para ver cómo su mejor amiga tenía todo lo que le pertenecía? Nadie la quería allí. Ni siquiera sus padres. Había convertido su habitación en un gimnasio, por amor de Dios.
Todos la habían borrado. Deshaciéndose de sus recuerdos, todos habían seguido adelante. Tal vez al principio habían lamentado su partida, pero ahora…
Enfadada, retorció el borde de su falda para quitarle el excedente de agua. ¿Por qué esperaba que después de quince años de desaparecer de las vidas de todos aún le importara a alguien? Sus padres estaban en todo su derecho a remodelar su cuarto, Georgia no se había molestado ni en dejarse caer por su casa un fin de semana sólo para ver cómo estaban. Y Tim y Jayne… ¿qué podía decir de ellos?
Era mejor que se fuera de allí. Llegaría a su casa, empacaría todo de inmediato y regresaría a Londres. Haber ido a Battle había sido un terrible error. ¿Qué había esperado encontrar?
¿Y por qué se sentía traicionada? ¿Por qué sentía que Tim no tenía por qué casarse con Jayne? ¿Por qué sentía que no tenía derecho a hacerle algo así?
Un auto se detuvo junto a ella, sacándola de su ensimismamiento de repente. Dando un respingo, se llevó una mano al pecho y observó las ventanas oscuras a través de las cuales apenas podía vislumbrar algo en medio de la noche.
Se dio cuenta de que su corazón latía desbocado con la esperanza de que él la hubiera seguido, al menos para decirle que la llevaría a su casa. Que no podía dejarla cojear todo el camino. Que estaba empapada y que lamentaba todo…
La ventanilla bajó antes de que esa esperanza lograra volverse demasiado fuerte y la estrelló contra el piso como si le hubiese dado un latigazo. Georgia frunció el ceño, confundida.
- Vaya, vaya, miren a quién tenemos aquí…
Contempló al hombre fornido y de mandíbula prominente que le sonreía desde el lado del conductor. Algo en él le resultaba familiar. Quizás el abundante cabello castaño o los brazos musculosos. Tenía la sensación de que se había cruzado con muchos tipos como ese en los últimos años…
- Escuché el rumor de que habías regresado, pero era cuestión de verlo con mis propios ojos.- La recorrió de arriba abajo con la mirada.- ¿Qué te sucedió?
- Un chapuzón desafortunado.- Contestó simplemente. Lo estudió con más cuidado.- ¿Quién…?
- Eddie Green.- Dijo él antes de que Georgia pudiera acabar la pregunta.- Supuse que no me recordarías. Nos vimos muy poco cuando íbamos juntos a la escuela. Rice-Oxley no me dejaba acercarme a ti a una distancia menor de diez metros.
Georgia tembló, mitad porque una brisa acababa de recorrer su cuerpo mojado, mitad porque los recuerdos estaban atormentándola de un modo muy particular esa noche.
- ¿Qué estás haciendo por aquí a estas horas?- Murmuró ella, sólo para desviar el tema.
- Tuve que trabajar hasta tarde.- Se estiró la chaqueta que llevaba puesta, con evidente orgullo.- Suele suceder cuando tienes tu propia compañía.
Georgia no pudo evitar sorprenderse. Lo poco que recordaba de Eddie era que era baboso como un caracol y para nada brillante.
- ¿Tu propia compañía? Vaya. ¿De qué?
- Limpieza de alfombras.- Farfulló con una sonrisa de lo más amplia. Georgia arqueó una ceja y se dijo que no podía culparlo por creer que eso era llegar lejos.
- Felicitaciones.- Comenzó a caminar nuevamente. Ya se había cansado de la charla y todo lo que deseaba era llegar a su casa.
- Aguarda.- La detuvo en seguida, adelantando el auto unos centímetros para ponerse a su altura.- Estaba pensando que tal vez podríamos salir a cenar este fin de semana.
- ¿De verdad? Con lo rápido que eras en la secundaria, cualquiera hubiese creído que ya estarías casado.
- Divorciado.- Aclaró Eddie, encogiéndose de hombros y sin perder la sonrisa.- Puede decirse que, de alguna manera, siempre estuve destinado a llevarte a cenar. Anda, Georgia, di que sí.
Georgia suspiró y lo miró con una mano apoyada en su cintura, crítica. Eddie no era la clase de tipos con la que más disfrutaba de salir. Además, sólo quería regresar a Londres…
O al menos la parte herida de ella quería hacerlo. Alejarse y esconderse bajo las mantas de la cama. Pero la parte que estaba enfadada y frustrada por lo sucedido quería quedarse y fastidiarles la vida un poquito más. Quería ver a ese maldito bastardo arrogante y engreído romper en llanto y pedir piedad.
Aún sabiendo que lucía desastrosa, Georgia esbozó su mejor sonrisa y parpadeó lentamente, mordiéndose un labio. Eddie estuvo a punto de dejar un hilo de baba sobre el volante.
- ¿Pasas por mí a las siete?
Iba a demostrarle a Tim Rice-Oxley que no era tan fácil acabar con una chica como ella. Que no podía lastimarla y destruirla como él pensaba.
O, al menos, eso era lo que Georgia necesitaba creer.

Cada vez que algo andaba mal en su vida, se tomaba un latté (o, dado que en Battle aún no había decidido modernizar la condenadas máquinas de café, un simple y aburrido expresso) y se acurrucaba a leer Cumbres Borrascosas. Por alguna razón, las trágicas idas y venidas de Catherine y Heathcliff reconfortaban a Georgia. Quizás no fuera el libro más alegre, pero había algo oculto muy por debajo de la superficie que hacía que una sonrisa se extendiera por su rostro.
Suspiró y se acomodó contra la baranda de la galería. La brisa de la tarde jugueteaba un poco con su pelo y se sentía raramente a gusto sentada en el suelo, con las piernas extendidas enfundadas en uno de sus jeans más cómodos. No llevaba maquillaje, cosa muy inusual en ella y su cabello estaba recogido a las apuradas, con sólo unos pocos mechones sueltos que no se había molestado en poner en su sitio.
No había podido dormir demasiado la noche anterior. La escena en la piscina con Tim se había repetido en sus sueños una y otra vez. Estaba cansada y de un humor bastante extraño. Trataba de concentrarse en la lectura para no enloquecer. Para colmo, había vuelto a discutir con su padre esa mañana. ¿Acaso podía existir una persona más feliz que ella?
Volteó la página, borrando cualquier pensamiento que no tuviera que ver con el libro. Hizo oídos sordos al canto de los pájaros que volaban bajo el sol y el roce de las hojas de los árboles. Se concentró tanto, empeñada en olvidarse un poco de aquello que la había desvelado, que no vio a Tim acercándose a la galería y subir lenta pero firmemente las escaleras.
Tim la miró en silencio unos segundos, preguntándose si ignoraría su presencia adrede o si realmente estaba tan inmersa en lo que leía como parecía. Frunció el ceño, con los ojos azules inquietos recorriéndola sin detenerse. Parecía una persona totalmente distinta. Sin toda esa ropa costosa y ese maquillaje perfecto, Georgia parecía esa niña de la que se había enamorado mucho tiempo atrás.
- ¿Emily Brontë?- Murmuró, sobresaltándola.
Georgia dejó caer el libro y levantó el rostro hacia él, poco complacida de verlo.
- ¿Cómo lo sabes?- Preguntó refunfuñando.
- Tengo buena memoria.- Repuso él, encogiéndose de hombros, con los brazos enlazados detrás de la espalda.- Siempre que estabas molesta o triste por algún motivo, leías Cumbres Borrascosas. Supongo que algunos hábitos nunca desaparecen…
Que Tim aún tuviera presentes cosas como aquellas provocaba un malestar aún mayor en Georgia. ¿Por qué lo mencionaba? ¿Con qué punto? ¿Quería demostrarle que seguía teniendo en cuenta cosas de su pasado? ¿Qué le importaba?
- ¿Qué quieres?- Musitó, sintiendo que era demasiado pronto para enfrentarse de nuevo con él. Aún estaba tratando de recuperarse por lo sucedido la noche anterior.
Tim no respondió enseguida. La observó un rato, como si evaluara que valiera o no la pena hablar con ella. Georgia esperó pacientemente, sólo porque la otra opción era arrojarle el libro por la cabeza y entrar corriendo de regreso a su casa.
- Creo que tenemos que hablar.- Su voz sonó grave, cortante, casi autoritaria. A Georgia no le agradó.
- ¿De verdad? No se me ocurre nada de lo que podamos hablar.- Repuso, fingiendo tanta calma como podía.- Todo quedó muy en claro anoche…
- ¿Quieres dejar de ser tan melodramática?- Pidió él, con un suspiro de hastío.- No creo que tengas derecho a sentir nada por lo que viste ayer…
- Vaya, parece que he perdido muchos derechos en este tiempo.- Comentó amargamente. Se puso de pie y caminó descalza hasta la otra punta de la galería. Quería estar lo más lejos de él que le fuera posible.
- Debiste pensar en ello antes de irte.- Tim soltó las palabras despreocupadamente, como si no le interesara. Pero la tensión en su mandíbula lo delató.
- No me vengas con esa farsa de que me has echado mucho de menos. Veo que has estado muy entretenido.- Espetó con mordacidad.
- No vine a discutir mi matrimonio con Jayne.- Cortó él, secamente. Las palabras parecían tan filosas como un cuchillo en los oídos de Georgia.
- Bueno, me alegro.- Dijo, sarcástica.- Pensé que venías a reclamarme el regalo de bodas.
- Cierra la boca.- No estaba para bromas. Había decidido ir a verla sólo para poder terminar con todo eso de una vez.- Sólo dime la verdad, Georgia.
Ella frunció el ceño.
- ¿Qué verdad?
- ¿Sabías o no que Jayne y yo estábamos casados?- Preguntó, y eso la tomó aún más por sorpresa que su aparición.
Se cruzó de brazos y se apoyó contra la baranda.
- ¿Cómo demonios iba yo a saberlo?
- No lo sé. Tus padres viven aquí. Estas noticias vuelan.- Tim no parecía muy interesado en ese punto en particular.- ¿Sí o no?
- Claro que no.- Le dedicó una mirada helada.- No tienes que ser un genio para darte cuenta, Timmy. Ni siquiera yo soy tan buena actriz. Y puedo fingir de todo, ¿recuerdas?
Apretando los dientes, Tim tuvo que contenerse para no arrebatarle el libro y golpearle la cabeza con él.
- No te hagas la graciosa conmigo.- Dio dos pasos hacia ella, sin vacilar.- No me importa cuál es la verdadera razón por la que estás de regreso en Battle, Georgia, pero he venido a hacerte una advertencia.
Irritada, tembló exageradamente para demostrarle que no tomaba en serio lo que le decía y que no le tenía miedo.
- ¿Ah, sí? No voy a poder dormir en las noches.
- Si estás aquí para arruinar mi matrimonio, Georgia…- Masculló él, sin hacerle caso.- Te advierto que no vas a llegar a ninguna parte. Estás perdiendo tu tiempo. Amo a Jayne y no voy a permitir que le hagas daño.
Aquella declaración tan abierta fue como un disparo certero en algún lugar doloroso y agonizante, pero no letal. Georgia se paró con más firmeza, con una llama de furia latiendo en su interior.
- ¿Te piensas que estoy aquí para echarte las cosas a perder con Jayne? ¿Pero quién diablos te crees que eres?- Bramó, sintiendo que iba a perder el control en cualquier momento.- ¡Tengo cosas más importantes que hacer!
- No me interesa lo que hagas o no. Sólo quiero que lo tengas en cuenta.- Interrumpió, tan tranquilo pero de una forma tan fría que podía paralizar a cualquiera.- No intentes nada, Georgia.
Sin poder evitarlo, le dio un empujón para alejarlo de ella.
- ¡Tú y tu esposa no podrían importarme menos!- Exclamó, agitada.- Además, querido, por si no lo recuerdas… fui yo quien te dejó hace quince años.- Los ojos de Tim se endurecieron visiblemente ante aquel golpe tan bajo.- No suelo llorar por los tipos a los que abandono…
- Ya veo…- Susurró, casi en un gruñido.
- Y si de verdad quieres saberlo… tengo una cita este fin de semana.- Añadió con tanta gracia como pudo.
Tim parpadeó y Georgia creyó ver cómo los músculos de sus hombros se volvían de piedra.
- ¿Una cita?- Repitió entre dientes.
Sonriendo, casi relamiéndose en una maravillosa sensación de triunfo, Georgia asintió.
- Claro que sí. ¿Qué te pensabas? ¿Qué me iba a quedar llorando en mi cama porque mi mejor amiga me quitó al idiota del que creí estar enamorada cuando era una niña estúpida?- Dejó escapar una risa burlona, pero carente de humor.- Mejor piénsalo de nuevo, Tim.
La furia se apoderó completamente de él y se volvió para irse, sabiendo que si seguía allí un segundo más iba a hacer alguna tontería. Pero, antes de bajar las escalinatas de la galería, la miró una última vez y arrojó al suelo, frente a ella, el zapato rojo que había quedado flotando en la piscina la noche anterior.
- Aquí tienes, Cenicienta. Trata de no envenenar a ningún otro príncipe, ¿quieres?
Y sin decir más, la dejó sola y pensando que ni todas las novelas victorianas del siglo XIX iban a poder calmarla después de aquello. Recogió su zapato de mala gana y entró en la casa, sintiendo que el sol ya se había extinguido para ella y que lo mejor que podía hacer era meterse en la cama y evitar aquel tipo de encuentros que la dejaban temblando como a un perro desamparado bajo la lluvia.
Lo único que la reconfortaba era saber que Tim tampoco había quedado muy contento después de su pequeña charla. Había visto el enojo llameando en sus ojos y supuso que con lo que le había dicho era suficiente para que no volviera a buscarla. Al menos, quizás ahora podría tener un poco más de tranquilidad al fin. Ya era hora.
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2 comentarios:

karidiva dijo...

Gracias por actualizar!!!

Esta historia se pone cada vez mejor!!

Anónimo dijo...

Huuuy esta cada vez mejor
admito q esta historia me tiene atrapada =P