martes, 22 de septiembre de 2009

Leaving So Soon: Capítulo 13.

Los ánimos habían decaído bastante y Tim decidió aplazar la cena que le había prometido a Jayne.
Apenas habían llegado de regreso a su casa, ella se había encerrado en el baño y, desde el otro lado de la puerta, Tim oyó como llenaba la bañera, de modo que imaginó que iba a estar allí un largo rato y que necesitaba relajarse un poco. Él, por su parte, se fue directo a su estudio con la excusa de ponerse a trabajar, pero estaba tan distraído que a duras penas sabía lo que estaba haciendo.
Por un momento había creído que realmente Georgia había estado siguiéndolos. Después de todo, el pueblo no era muy grande, pero… ¿ir a la misma tienda de ropa? ¿El mismo restaurante? Definitivamente, no le había caído muy bien todo ese asunto de la ducha que habían tenido el fin de semana anterior y estaba dispuesta a descargarse…
Sin embargo, una vez que vio la expresión de sus ojos no pudo más que cambiar de opinión drásticamente. Había sido una casualidad. Georgia no había actuado malintencionadamente. Se había mantenido alejada, tal y como él se lo había pedido. ¿Y qué había hecho Tim? La había mirado como si fuera algo asqueroso pegado en la suela de su zapato.
Se le encogió el estómago mientras en su mente se repetía la imagen de Georgia sentada en aquel restaurante, abandonada, algo desconcertada por el ataque de Jayne, claramente molesta por haber sido acusada de algo que no había hecho. Y luego Tim se dio cuenta de lo ridículo que aquello sonaba. ¿Por qué iba él a sentir pena por Georgia? Ella nunca había sentido pena por él. Al menos no la suficiente para decirle a la cara que no lo amaba. Para mandarle una carta, al menos. Para despedirse. Para dar una explicación.
Se llevó una mano a la frente, frustrado, tratando de entender por qué no podía dejar el pasado atrás de una vez por todas. Intentando descifrar qué demonios tenía de especial esa mujer para afectarlo tanto. ¡Sí, está bien, era la primera chica de la que se había enamorado! Gran cosa. Había sido un muchacho idiota sin sentido de la realidad, que había creído que por ser feliz a los dieciocho años, lo sería toda la vida. Georgia le había enseñado de un golpe que las cosas nunca podrían ser así.
No podía arriesgar a Jayne por culpa del pasado. No podía dejar que un capricho afectara lo que más amaba en el mundo.
- Estoy perdiendo la cabeza…- Farfulló en la soledad de su estudio, apoyando la cabeza en los brazos, sobre el borde del piano.
No era muy difícil tomar una decisión. Tim tenía que hacer lo necesario para preservar el bienestar de su esposa y eso incluía no permitir que Georgia lo afectara, pasara lo que pasara. El recuerdo, las viejas heridas, las preguntas sin respuesta, lo que fuera que hubiese quedado de aquellos tiempos, tenía que hundirse en lo profundo de un pozo de olvido.
Sencillamente, Tim tenía que aprender a cruzarse con Georgia en la calle y no voltear la mirada. Tenía que aprender a dejarla atrás del mismo modo en que ella lo había hecho con él.

Cuando la noche cayó sobre Battle, Georgia ya llevaba varias horas sintiéndose en la más plena oscuridad. Ni siquiera estaba segura cómo habían transcurrido las últimas horas. No tenía la más mínima idea a dónde se había ido ese soleado domingo que la invitara a caminar esa mañana. Domingo traicionero, como parecía serlo todo lo que la rodeaba.
Pobremente contenida entre las paredes de aquello que ya no podía llamar su habitación, Georgia encontró las explicaciones a los conflictos más enredados de su vida y volvió a perderlas. Se confundió entre crisis y crisis, pensó en Tim, lo olvidó. Lo recordó nuevamente y Jayne apareció tomada de su mano, con la sonrisa más burlona que jamás había visto. Se dio cuenta que era una inútil que había perdido su única oportunidad de tener éxito en algo y que ahora no lograba siquiera descifrar cuál debía ser el próximo paso.
En su cabeza revivieron los acontecimientos de ese día y su breve discusión con Jayne se reprodujo por milésima vez. Palabra por palabra, podía ver la furia acumulándose en su antigua amiga. Podía verla poniéndose blanca de temor al amenazarla con decirle su secreto a Tim. Su sucio secreto.
Lo cierto era que Georgia no estaba muy convencida de conocer ese secreto tan terrible que haría que Tim dejara a su esposa, pero suponía que tenía que existir alguno. Después de todo, todo el mundo tiene un lado oculto. Todo el mundo teme que descubran eso que más nos avergüenza. Eso de lo que nos arrepentimos. Eso que nos cuesta admitir.
Incluso Georgia tenía un pequeño y sucio secreto, que empezaba a ahogarla: si bien en esos últimos quince años había sido capaz de llegar exactamente a donde quería, no había pasado un solo día en que no se arrepintiera de haber dejado a Tim.
Había sido demasiado orgullosa para querer corregir su error, probablemente porque cuando fue realmente consciente de lo que había hecho, ya era demasiado tarde, habían pasado muchos meses y tenía mucho miedo de lo que encontraría si iba por él.
Pero quizás ese había sido su verdadero error. No se había casado con Jayne hasta hacía tres años atrás. Quizás si hubiese llegado antes…
Sacudió la cabeza y se dijo que no tenía sentido. Ambos se habían construido una vida separada de la otra. Tim era feliz con su matrimonio y ella aún trataba de encontrar un camino que la hiciera igualmente feliz.
Escuchó vagamente que su madre la llamaba para cenar. Sintiéndose extrañamente exhausta, se despegó del colchón y salió con desgano de la habitación, bajando las escaleras, escalón por escalón, como si fueran un obstáculo de lo más difícil.
Sus padres estaban ya sentados, los platos ya servidos. Georgia se dejó caer en su sitio y empuñó el tenedor sin mucho entusiasmo. Como de costumbre, su madre le había puesto un pedazo de carne gigantesco, con la intención de que dejara sus hábitos alimenticios. Suspirando, lo apartó y clavó el tenedor en el puré de papas.
- Te ves terrible.- Comentó Molly, frunciendo los labios en señal de desaprobación.- Necesitas más proteínas.
- Mamá, por favor…- Farfulló por lo bajo.
- No se trata de lo que come.- Intervino su padre, señalándola con un cubierto.- Es la vida que lleva. Desde que ha llegado no ha hecho más que dar vueltas por ahí o tirarse sola en su habitación.
- Papá, ¿sería mucho pedir evitar los sermones esta noche?- Pidió, clavándole una mirada de lo más agria.
- No es un sermón, Georgia. Es la verdad.- Joe Atwood se llevó un poco de comida a la boca y, mientras masticaba, siguió señalándola.- Dijiste que necesitabas pensar. Creo que llegaste a una encrucijada.
- Qué punto de vista tan interesante.- La mordacidad de su tono hubiese acobardado a cualquiera.- Pero aún así, tuvimos esta conversación miles de veces y sigues sin decirme nada nuevo.
- ¿Por qué no la llevas a trabajar contigo, Joe?- Propuso su madre, para el asombro de ambos.
La miraron como si estuviera loca.
- ¿Conmigo?- Repitió él.
- Por amor de Dios, mamá, ¿acaso me ves trabajando en la tienda de papá? ¡Vende artículos de cacería!- Exclamó, incrédula.- Fui directora de una compañía de modas durante años…
- Sería una experiencia distinta. Te ayudaría a recobrar tu independencia.- Molly se encogió de hombros y tomó un sorbo de agua.
Georgia abandonó el tenedor sobre la mesa.
- Han estado insinuando que me vaya desde el preciso momento en que llegué.- Pasó los ojos verdes de uno a otro.- No puedo creer que mis propios padres estén echándome…
- No te estamos echando, no seas ridícula.- Repuso Joe.- Es sólo que ya estás grande para esconderte aquí. Ve y vive tu vida. Haz algo de verdad.
- Eres nuestra única hija y ya no eres una niña.- Agregó su madre, con naturalidad.- Y déjame decirte, cariño, cuanto más pase el tiempo, más difícil se hace encontrar un buen hombre que…
- ¿Por qué hacen que todo gire en torno al matrimonio?- Interrumpió Georgia, enojada.- Tal vez no quiera casarme. Tal vez no quiera tener hijos…
Le pareció ver casi en cámara lenta cómo su madre se atragantaba con la comida. La contempló consternada, sin creer que Georgia le dijera aquello.
- Dime que estás bromeando.
- Es mi vida, maldita sea. No la tuya.- Espetó, sintiendo que llegaba al límite. Su día había sido una mierda. ¿No podían darle un respiro?- Ocúpate de tus asuntos y déjame en paz.
- No le hables así a tu madre, Georgia.- Frunciendo el ceño, disgustado, Joe la apuntó con un dedo, tal y como hacía cuando era pequeña.- No te hemos criado para esto.
- ¿Y para qué me han criado? ¿Para que me case con Tim Rice-Oxley?- Sentía la presión en sus ojos y supo que no tardaría mucho en ser vencida por las lágrimas.- Bueno, les tengo una noticia: ese tren partió hace muchos años.
- Sí, y esa amiga tuya, Jayne, se aseguró de estar a bordo.- Masculló Joe, cortando un trozo de filete.- Fue mucho más astuta que tú. Y mira qué buena vida tiene ahora. ¿La ves lamentándose porque perdió un empleo que…?
Georgia no lo resistió más. Se levantó con brusquedad, arrastrando la silla con un sonido horrible y rechinante. Había ido demasiado lejos. Quizás su padre no estaba al tanto de lo doloroso que podía ser vivir algo como aquello, pero Georgia lo sabía en lo profundo de su alma y ya no podía soportarlo más.
Salió de allí, sintiendo cómo su dignidad iba haciéndose trizas a cada paso que daba. Sin embargo, no podía detenerse. Se sentía envenenada, como si la hubiesen hecho tragar el mismo líquido amargo una y otra vez. Y esa amargura bajaba por su garganta, ahogándola.
Sus pies la llevaron al pórtico, aunque no estaba segura de adónde quería ir. Todo lo que sabía era que quería huir, pero que aquel pueblo representaba una amenaza para ella. Había dolor y malos recuerdos por todas partes…
No. Eran buenos recuerdos. Eso era lo peor de todo.
Una brisa fresca le recorrió los brazos y le alborotó apenas el cabello. Georgia escrutó la noche y no encontró escapatoria alguna.
- Pero qué insensible eres…- Oyó que decía su madre, del otro lado de la ventana del comedor.- No le hables de Jayne. No debe ser fácil para ella ver cómo su amiga lo tiene todo, incluido al hombre con el que debería estar casada.
- Yo no tengo la culpa de que tu hija sea tan testaruda.- Protestó Joe.- Hay muchos tipos que valen la pena. Que escoja otro. Que pruebe con uno de esos amigos de Rice-Oxley. Puede ofrecerle lo mismo…
- Puedes ser un verdadero tonto, Joe.- Suspiró Molly.- Ve y discúlpate.
Georgia distinguió otros muchos murmullos por el estilo y luego su padre accedió a hacer lo que su esposa le decía.
Bajó apresuradamente los escalones de la galería, hacia el jardín. Miró alrededor, como si estuviera perdida, como si nunca hubiese estado allí. No había un solo lugar en el mundo al que pudiera ir para estar sola y sentirse mejor…
- ¿Por qué te subes ahí?- Una voz resonó en su memoria. La voz de Tim.- Si te caes vas a matarte, Georgia.
- Es la única manera de escapar y de sentirme en casa al mismo tiempo.- Había respondido ella, estirando la mano para tomar la de él.- Además, no voy a caerme. Tú siempre me atrapas antes de que toque el suelo…
La escena se diluyó por completo y la última imagen que Georgia vio fue la de la sonrisa inmaculada de un Tim bastante más joven. Pero eso fue todo lo que necesitó. Antes de que su padre saliera por ella, Georgia echó a andar hacia el lateral de la casa y examinó la oscuridad, buscando.
La maleza había crecido bastante por ese lado y era evidente que sus padres no se habían preocupado por mantenerla a raya. Había una planta espesa y fuerte subiendo por la pared y, con sólo correr una rama, Georgia encontró el esbozo de una escalerilla de blanca pintura descascarada que su madre había puesto allí por decoración, pero que había sido de gran ayuda para ella en su adolescencia.
Tras despejar un poco los escalones, Georgia se quitó los zapatos y los dejó caer en la hierba. Comenzó a escalar con cuidado pero sin miedo. Sabía que allí se sentiría segura. Sabía que allí podía ser ella misma y que nadie la molestaría. Siempre había sido así.
Cuando llegó al techo, la casa le pareció mucho menos alta de lo que recordaba. Algunas tejas estaban sueltas, de modo que caminó cautelosamente hasta un sitio que le pareció mínimamente seguro como para sentarse.
Abrazada a sus rodillas, recordó la primera vez que se refugiara allí. Había sido también la primera vez que hiciera el amor con Tim. Sus padres se habían enfurecido porque Georgia había regresado a casa a altas horas de la noche, sin dar explicación alguna. Habían discutido a los gritos y ella había salido corriendo, tratando de evitar las explicaciones. Suponía que no les iba a agradar saber lo que había estado haciendo.
Allí estaba fuera del alcance del mundo y supo que al fin podía llorar tranquila. Las lágrimas acudieron a ella enseguida. Llevaban demasiado tiempo siendo reprimidas y tenían que explotar eventualmente.
Georgia se quedó muy quieta, sumida en una tristeza profunda, que no había experimentado en años. Lo único que se movía eran sus hombros, al ritmo lento de un llanto, y su cabello, con la suave brisa de verano.
Su padre la buscó un rato, llamándola por toda la casa, y finalmente se rindió, pensando que quizás había salido. Después de un rato, su única compañía era el silencio y el meneo de las ramas de los árboles cercanos.
Desde allí podía ver todas las luces de Battle. No era tan impresionante como ver las luces de Londres desde la terraza del edificio donde solía vivir… pero en ese momento la visión le quitó el aliento y le pareció que eran docenas de pequeñas velas encendidas a su alrededor.
- ¿Georgia?- Oyó, aunque no fue más que un susurro y se volvió, preguntándose cómo era posible que su padre la encontrara allí.
Pero cuando vio que era Tim el que trepaba hacia el tejado, se quedó sin aliento, desconcertada.
Se secó las lágrimas rápidamente.
- ¿Qué estás haciendo aquí?- Preguntó, presa de una confusión que jamás había sentido antes.
- ¿Qué sucede?- Inquirió él en cambio, pisando con cuidado para poder acercarse a ella.
- Nada.- Dijo de inmediato.- ¿Qué haces aquí, Tim?- Repitió, mirándolo a los ojos en un intento de averiguarlo.
Tim la contempló en silencio unos cuantos segundos, parado junto a ella. Parecía estudiarla, como si también intentara averiguar algo.
- Pasaba por aquí y te vi.- Respondió simplemente.
- Me viste.- Georgia frunció el ceño.- ¿Me viste y decidiste pasar a saludar?
Tim suspiró y se pasó una mano por el cabello, frustrado, pero sin contestar.
- ¿Después de decirme que no valgo la pena simplemente sentiste ganas de treparte a un techo para charlar un rato?- Farfulló Georgia, y apartó el rostro porque presentía que las lágrimas estaban por atacar nuevamente.
Él decidió ignorar la primera parte de su pregunta.
- Sólo sé que no estarías aquí arriba si no hubiese pasado algo malo. No pude evitarlo.- Se inclinó a su lado.- Probablemente me arrepentiré más tarde.
- Arrepiéntete ahora.- Espetó ella, casi en un sollozo.- Y déjame en paz.
- No quiero pelear.- Murmuró.- Estoy harto de los gritos y las discusiones. Dime qué pasa.
Georgia se encogió de hombros como si no importara y volvió a secarse las lágrimas. Tim se sentó cerca de ella y esperó pacientemente.
Con sólo estar allí, juntos, unos pocos minutos, Georgia sintió como si el tiempo nunca hubiese corrido. Volvían a ser dos adolescentes refugiados en un techo, quejándose de trivialidades como la nota de un examen de Historia o lo fastidioso que podía ser que sus padres no quisieran prestarles el auto para salir ese fin de semana. Olvidó todo lo sucedido en los últimos quince años. Parecía que todo seguía igual…
Pero cuando lo miró, se dio cuenta que no era más que su imaginación. El hombre atractivo sentado a su lado ya no era un muchachito de diecisiete años. Eran un hombre que podía desarmarla por completo con esos ojos azules. Y, aún así, una década y media más tarde, seguía siendo el único con el que sentía que podía hablar abiertamente.
- Todo se cae a pedazos…- Soltó al fin y Tim la observó con interés.- Todo. No logro hacer nada bien y cada vez que lo intento parece ir peor. Estoy estancada en este maldito pueblo sin saber hacia qué dirección escapar, eché a perder el trabajo de toda mi vida y hasta mis propios padres parecen odiarme.
- Son tus padres, Georgia, no te odian.- Replicó él con una pequeña sonrisa.- Sólo se encargan de complicarte un poco la vida. Eso es todo.
- No.- Negó obstinadamente con la cabeza.- Han estado hostigándome con sus comentarios desde que llegué. No me entienden y nunca lo han hecho…
- Creo que ya hemos tenido una conversación parecida hace años.- Tim jugueteó inconscientemente con la alianza que llevaba en el dedo, pero Georgia no lo pasó por alto.- Siempre has tenido el mismo problema y aún así te las arreglaste bastante bien sin que acabaran de comprenderte del todo.
- Debería hablar con otra persona. Tú tampoco entiendes. Siempre has sido perfecto para tus padres…
- No puedes hablar con otra persona. Desafortunadamente, soy lo único que te queda en Battle.
- Touché, Rice-Oxley.- Lo miró, irritada.
Tim esbozó otra sonrisa y le hizo un gesto con la mano para que siguiera hablando.
Georgia, en cambio, se quedó pensativa y acabó por hundir la cabeza entre los brazos.
- Esto es una estupidez.- Murmuró.- ¿Qué sentido tiene que hable contigo? Lo más probable es que te aproveches de que me siento vulnerable y me claves un puñal por la espalda. Estaría dándote toda la información que necesitas para la venganza que de seguro llevas años rumiando mientras te carcome el odio…
- Créeme, Georgia, que no me hace falta mover un solo dedo para arruinarte. Tú solita estás haciendo todo el trabajo.- Dijo burlonamente.
Ella asomó un poco la cabeza y lo contempló, abatida.
- Hazme un favor, Tim, déjame sola. Tómame el pelo mañana, cuando haya tenido tiempo de…
- ¿Maquillarte y fingir que todo está bien?- Interrumpió él, dejándola muda.- ¿De qué va a servirte eso? Despierta de una vez, deja de esconderte. ¿De qué tienes tanto miedo? Hace quince años no tenías miedo de nada. No dejaste que nada te detuviera cuando quisiste conseguir algo.
- Por supuesto que tenía miedo. No sabía lo que me esperaba. Era sólo una niña…
- ¿Por qué no pediste ayuda? Yo te hubiese acompañado, Georgia. Sabes que lo único que tenías que hacer era decirme que querías irte y yo te hubiese seguido…- Por primera vez desde que regresara a Battle, Georgia percibió en Tim algo más que resentimiento y odio. No estaba segura si era pena, si era reproche, si era tristeza… pero era algo y era diferente.
- No podía.
- ¿Por qué no?- Preguntó, con curiosidad.
- Porque fuiste tú el que me asustaste y el que me hizo irme de ese modo.
Tim se quedó callado. Abrió y cerró la boca varias veces, sin emitir sonido alguno, como si le estuviera costando procesar la información.
- ¿Yo? ¿Pero qué…?
- Encontré el anillo.
La expresión de Tim cobró un aspecto de mayor perplejidad.
- ¿Cómo…?
- Fui a buscarte a tu casa y no estabas. Tu madre me dijo que te esperara si quería, así que subí a tu cuarto y me senté en la cama a escuchar algunos de tus discos. El cajón de la mesita de luz estaba mal cerrado y yo lo abrí del todo, buscando un par de auriculares.- Georgia no lo miraba. No podía. No le había contado eso a nadie y aún en ese momento le estrujaba el estómago con una sensación de lo más rara.- Vi el estuche y no pude evitar abrirlo.
Tim recuperó la compostura y su semblante se había ensombrecido un poco. Entrelazó las manos sobre las piernas, como tratando de aparentar calma.
- De manera que viste el anillo y decidiste que el idiota de tu novio no tenía cerebro suficiente para darse cuenta que lo que tenían no era más que algo con qué entretenerse en la escuela.- Escupió con cierto desprecio, haciendo que Georgia se sorprendiera.
- Por supuesto que no, ¿de dónde sacaste esa idea?- Inquirió, escandalizada.- Tim, yo te amaba de verdad… pero tenía dieciocho años y no estaba lista para algo así. Me asusté.
- ¿Te asustaste?- Subió un poco la voz, enfadado.- ¿Te asustaste, Georgia? ¿No podías simplemente aceptar el anillo como un regalo y decirme que querías esperar un poco más para dar otro paso? ¿No era más fácil que hacer lo que hiciste? Tus padres quedaron devastados. Jayne y yo…
- Jayne y tú encontraron una buena manera de consolarse.- Cortó ella, con cierta sequedad, sin poder evitarlo.
Volvieron a sumirse en un silencio incómodo. Las cabezas de ambos bullían de actividad, pero no llegaban a pensar con absoluta claridad. Quizás fue por eso que Georgia acabó abriendo la boca.
- ¿Por qué Jayne, Tim?- El susurro fue casi lastimero, pero no pudo hacer nada para cambiar el tono de su voz.
- Porque ella estaba ahí.- Respondió suavemente. Georgia lo miró con los ojos verdes rebosantes de preguntas que quería hacer y no se animaba. Tim acabó por explotar.- ¡Tú te fuiste, Georgia! No miraste atrás, no te despediste, no dijiste una sola palabra. Y mientras te esperaba, me enamoré de ella.- Volvió a tocar la alianza que relucía en su dedo.- Decidí casarme con Jayne el día que decidí dejar de aguardar a que regresaras.
Esas eran las palabras más dolorosas que Georgia había oído en su vida y podía ver cómo dejaban traslucir las heridas que Tim aún no había podido sanar. Tampoco le pasó por alto el hecho de que él no había dicho que se había casado con Jayne porque había dejado de amarla. Simplemente había dejado de esperarla.
- Sé que las disculpas no te sirven de mucho ahora, pero lo lamento.- Farfulló, estirando inconscientemente una mano hacia la de él. Tim cerró los dedos en torno a los de ella y la estrechó firmemente.- Te amaba de verdad, Tim. No fue sólo un juego.
Se quedaron callados unos interminables segundos, con las manos entrelazadas. Tim sintió que se aliviaba brevemente: después de todo, ella sí lo había amado. Había significado mucho para ambos.
La soltó en cuanto notó el agradable calor que se transmitía desde la piel de Georgia hacia la de él. Se dio cuenta que era la hora de irse.
- Las cosas van a mejorar, eventualmente.- Dijo con calma.- Conseguirás algún empleo y tus padres dejarán de fastidiarte por todo.
- No se trata de conseguir un empleo… se trata de poder hacer algo que realmente quiera.- Repuso ella, pensativa.
- Hazlo.- Masculló Tim, sin dejar lugar a dudas.- Sabes tan bien como yo que eres capaz de lograr lo que sea, Georgia. Si necesitas algo que te haga feliz, ve y hazlo.
Clavó los ojos verdes en él.
- Creí que yo no valía la pena.- Comentó inexpresivamente.
Tim suspiró y se puso lentamente de pie.
- No tengo intenciones de pedirte disculpas por nada, Georgia.
Ella se encogió de hombros, como si no le importara.
- Entiendo. Me lo merezco, supongo.
- La verdad es que sí.- Admitió, sin pizca de remordimiento.- Tengo que irme. Tenía que pasar por casa de mis padres a llevarles algo y ya se me hizo tarde.
Georgia asintió.
- Claro. Gracias por la charla. Ha sido interesante.- Le dedicó una sonrisa carente de humor.
- Baja conmigo, no quiero que te quedes sola aquí arriba.- Lo miró extrañada por su repentina reacción sobre protectora. Esta vez fue Tim el que se encogió de hombros.- Viejos hábitos que no desaparecen con el tiempo, creo. Anda, vamos.
Le tendió una mano para ayudarla a que se pusiera en pie y caminaron cuidadosamente sobre el tejado de regreso a la estrecha escalera blanca. Tim descendió primero y Georgia lo siguió sin decir nada. Tenía tanto en qué pensar que ni siquiera estaba segura cómo era posible que su cerebro siguiera funcionando para enviarle órdenes a su cuerpo.
Esa idea se arraigó aún más cuando trastabilló en uno de los últimos escalones. Tim se apresuró a tomarla de la cintura antes de que llegara al suelo y a mantenerla en pie. Pero el tacto, la cercanía, la noche, el silencio, la soledad… fueron demasiado. El instante en que se quedaron mirándose a los ojos fijamente, sin parpadear, sin respirar siquiera, pareció eterno, pero no duró más que una fracción de segundo, tras la cual todo pareció irse al diablo. Antes de poder imprimirle algo de coherencia a sus acciones, Tim empujó a Georgia contra la pared de la casa, apoyándole la espalda contra ella y recostó su cuerpo sobre el suyo para poder sentir su calidez. Su boca descendió sin preámbulo alguno y, con la más absoluta destreza, separó los labios atónitos de Georgia para sumirse en un beso húmedo e intenso.
Todo sucedió tan rápido que no tuvo tiempo para prepararse para el ataque de Tim. Simplemente se encontró aprisionada entre la pared y los brazos de él, sintiendo su sabor, tan familiar y desconocido a la vez. El beso estaba plagado de fuerza, de desesperación y de necesidad, tanto de él como de ella. Georgia tenía la sensación de que Tim le arrancaría los labios: la devoraba, ávido, urgente, salvaje, subiendo una mano por su espalda para enredar los dedos en su cabello y acercarla más y más a él, prácticamente ahogándola con su apasionada prisa.
Y a medida que se respondían el uno al otro, la intensidad iba subiendo y la urgencia iba disminuyendo. La suavidad y la ternura fueron haciéndose dueñas de ellos y Georgia se aferraba a él, ya no cegada por el deseo, sino cegada por los sentimientos que comenzaban a reflotar dentro de ella. Había tantas cosas antiguas y enterradas resurgiendo en su interior que la impulsaban a estar cerca de él, que Georgia se abandonó por completo. Sentía el calor del cuerpo de Tim pegado al suyo, sus brazos rodeándola, sus espesas pestañas negras rozándola y provocándole estremecimientos que no había sentido en quince años.
Tim, varios centímetros más alto que ella, estaba inclinado sobre Georgia, cubriéndola por completo y le parecía que lo que estaba sosteniendo no era más que una frágil muñeca de porcelana que empezaba a derretirse bajo sus besos. Sentía la electricidad recorriendo su espalda, sus manos, sus pies. Se estaba apoderando de él mientras Tim sólo podía pensar en lo maravilloso que era volver a sentir la calidez de la boca de Georgia, lo aterciopelado de su sabor, lo húmedo de sus rincones. Tim ardía y encendía llamas alrededor de Georgia. Se quemaban juntos y jamás habían experimentado una agonía más deliciosa.
Se separaron tan lentamente que parecía que sus labios estaban pegados. Reticentes, tomaron una breve distancia, apenas suficiente para que el aire pudiera regresar a sus pulmones. Georgia apoyó la frente sobre el hombro de Tim y se aferró a su camisa, casi clavándole las uñas.
Tim se quedó mirando con sus impresionantes ojos azules más brillantes que nunca, sin emitir sonido alguno, la pared frente a él. Sabía que en cualquier momento la lógica volvería a hacerse presente en su cabeza y no lo esperaba con muchas ansias. Acarició inconscientemente el cabello de Georgia, donde aún tenía los dedos entrelazados, y se apartó un paso hacia atrás. Cuando ella levantó la vista para contemplarlo, le dio un beso demorado en la frente.
- Buenas noches, Georgia.- Susurró, ya absolutamente repuesto, o al menos lo aparentaba. Por dentro el fuego aún no se había apagado y Tim dudaba que alguna vez fuera a extinguirse.
Ella no logró decir nada. Aún se sentía atónita por la impulsiva reacción de Tim y sus alborotadas emociones apenas sí le permitían respirar. Se limitó a observar cómo él se alejaba a paso tranquilo camino a su auto, lo ponía en marcha y se perdía a lo largo de Powdermill Lane. Luego se inclinó, recogió sus zapatos y volvió al interior de la casa, donde todo parecía frío e inhóspito ahora que Georgia había regresado al único sitio del mundo donde sentía que pertenecía.
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7 comentarios:

Maggie dijo...

ahh te juro que estuve a punto de llorar!! qué bello! ahh! qué cosa más linda!

por favor! no te tardes tanto! se ha convertido en algo adictivo!

creo que hasta ahora, ha sido el mejor capítulo de este fic!
un 100!!!

karidiva dijo...

buenisimo.... me quede sin respirar...

Coincido con Maggie... por favor no te demores tanto....es impresionantemente adictivo

Gracias por actualizar

pili dijo...

NO-TA-BLE
Georgia no necesitò llorar de la emociòn, yo lo hice por ella.
Eres una artista!

Anónimo dijo...

aaaaaahh! este fic me mata, en serio! quiero saber q va a pasar ahora :O, no te demores por fa!

escribes muy lindo, te felicito :D

L.- dijo...

Muchísimas gracias por sus comentarios! Voy a tratar de vovler pronto con más, es que realmente se me hace difícil conectarme... y a veces la inspiración tampoco llega!
Quizás para mañana pueda poner el 14. Besos a todas las que siempre firman!

Lali dijo...

OMFG!!! Impresionablemente atrapante.. me qedo sin palabras!! No puedo creer qe Tim pueda pasar de un momento apasionado a un simple beso en la frente e irse!! Dios siempre las deja así a las pobres mujeres.. que tortura! Excelente capitulo, y completamente A-DIC-TI-VO! Espero subas más capitulos pronto, ya se me volvió un hábito el entrar a ver si hay nuevo capitulo y si lo hay instintivamente prenderme un cigarrillo porque sé que se vienen momentos de tension!! Te felicito, nunca dejes de escribir!!

pd: JAYNE CHUPATE ESA MANDARINA!!!!!! (?)

Anónimo dijo...

por dios!!!! por fin desataron la pasión interna, que ganas de estar ahi en la bajada de la escalera con él!!!!!!!!
me voy a leer el otro capitulo altiro.